SEGUNDO MIERCOLES DE ADVIENTO. DICIEMBRE 7 DEL 11
PRIMERA LECTURA
DEL LIBRO DEL PROFETA ISAÍAS: 40, 25-31
"¿Con quién me van a comparar, que pueda igualarse a mí?", dice el Dios de Israel.
Alcen los ojos a lo alto y díganme quién ha creado todos aquellos astros.
Él es quien cuenta y despliega su ejército de estrellas y a cada una la llama por su nombre; tanta es su omnipotencia y tan grande su vigor, que ninguna de ellas desoye su llamado.
¿Por qué dices tú, Jacob, y lo repites tú, Israel:
"Mi suerte se le oculta al Señor y mi causa no le preocupa a mi Dios"?
¿Es que no lo has oído?
Desde siempre el Señor es Dios, creador aun de los últimos rincones de la tierra. Él no se cansa ni se fatiga y su inteligencia es insondable. El da vigor al fatigado y al que no tiene fuerzas, energía.
Hasta los jóvenes se cansan y se rinden, los más valientes tropiezan y caen; pero aquellos que ponen su esperanza en el Señor, renuevan sus fuerzas; les nacen alas como de águila, corren y no se cansan, caminan y no se fatigan.
PALABRA DE DIOS.
¡TE ALABAMOS, SEÑOR!.
DEL SALMO 102
R/. Bendice al Señor, alma mía.
Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga su santo nombre. Bendice al Señor, alma mía, y no te olvides de sus beneficios.
R/. Bendice al Señor, alma mía.
Él perdona tus pecados y cura tus enfermedades; Él rescata tu vida del sepulcro y te colma de amor y de ternura.
R/. Bendice al Señor, alma mía.
El Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para perdonar. No nos trata como merecen nuestras culpas, ni nos paga según nuestros pecados.
R/. Bendice al Señor, alma mía.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
R/. Aleluya, aleluya.
Ya viene el Señor para salvar a su pueblo. Dichosos los que estén preparados para salir a su encuentro. R/. Aleluya, aleluya.
PROCLAMACION DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO: 11, 28-30
¡GLORIA A TI, SEÑOR!
En aquel tiempo, Jesús dijo:
"Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio.
Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera".
PALABRA DEL SEÑOR.
¡GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS!.
MEDITACIÓN
Los que se lamentan de la dureza del yugo del Señor quizá no han rechazado completamente el yugo tan pesado de la codicia del mundo, o si lo han rechazado, de nuevo se han sujetado a él, para mayor vergüenza suya.
Por fuera soportan el yugo del Señor, pero por dentro sus espaldas están sujetas todavía a las cargas de las preocupaciones del mundo.
Consideran como yugo pesado del Señor las penas y dolores que ellos se infligen a sí mismos... Siendo así que el yugo del Señor es "suave y su carga ligera".
En efecto, ¿qué hay de más dulce, de más glorioso, que verse elevado por encima del mundo por el menosprecio que se ha hecho de él e, instalado en la cumbre de una conciencia en paz, tener el mundo entero bajo sus pies? Entonces no se desea nada, nada se teme, nada se envidia, nada propio que se os pueda quitar, ningún mal que otro os pudiera causar.
La mirada del corazón se dirige hacia "la herencia incorruptible, pura, imperecedera, que nos está reservada en el cielo" (1P 1,4).
Como con una grandeza de alma, se hace poco caso de las riquezas del mundo: éstas pasan; las fastuosidades del mundo: se marchitan; y llenos de gozo hacen suyas las palabras del profeta:
"Toda carne es hierba y su belleza como flor campestre; se agosta la hierba, se marchita la flor, pero la palabra de nuestro Dios permanece por siempre" (Is 40,6-8)…
En la caridad, y sólo en la caridad reside la verdadera tranquilidad, la verdadera dulzura, porque este es el yugo del Señor.
La finitud y la caducidad son tan obvias a los ojos de los adultos mayores que apenas aciertan a recordar los remotos años de su niñez.
En la infancia se podía correr el día entero sin cansarse. En la adultez cualquier escalera nos arrebata el aliento.
Tanto Isaías como el evangelio de san Mateo coinciden en hablarnos de las cargas, el agotamiento y el cansancio.
El profeta enfatiza su oferta:
Dios da fuerza al cansado y sostiene al desalentado.
Ese mismo ofrecimiento propone el Señor Jesús a sus oyentes:
quienes vivan angustiados por numerosas preocupaciones, podrán encontrar alivio a su lado.
Vivir en amigable compañía con Jesús y sus discípulos multiplicará los vínculos de compasión y solidaridad.
La nueva familia de Jesús nos fortalece para superar serenamente los retos cotidianos.
POR LA LECTURA DEL SANTO EVANGELIO, SEAN PERDONADOS NUESTROS PECADOS.
¡AMÉN!
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