Y dejo afuera todo
quedándome en tu suspiro,
con el tacto curtido
del hablar de los ojos,
torrencial hermoso
que agita en mis venas
la vorágine duermevela
de cuanto te adoro.
Y me expongo en alma
a desordenar tu respiro,
a supurar lo sentido
con caricias que desenvainan
por el meridiano de la palabra
que nos lleva en su poesía
desfalleciendo prisas
y reverdeciendo en llamas.
Y me estravío de lo demás
para sucederme contigo,
en constelaciones que el destino
cual misterio dejó andar
adentro, donde el palpitar,
va tecleando un nosotros
que del todo desalojo
para volvernos a estrenar.
Esencia