CUARTO MARTES DE ADVIENTO
MARTES 20 DE DICIEMBRE/11
Primera lectura
Del libro del profeta Isaías: 7, 10-14
En aquellos tiempos, el Señor le habló a Ajaz diciendo:
"Pide al Señor, tu Dios, una señal de abajo, en lo profundo o de arriba, en lo alto".
Contestó Ajaz:
"No la pediré. No tentaré al Señor".
Entonces dijo Isaías:
"Oye, pues, casa de David: ¿No satisfechos con cansar a los hombres, quieren cansar también a mi Dios? Pues bien, el Señor mismo les dará por eso una señal:
He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros".
Palabra de Dios.
¡Te alabamos, Señor!.
Del salmo 23
R/. Ya llega el Señor, el rey de la gloria.
Del Señor es la tierra y lo que ella tiene, el orbe todo y los que en él habitan, pues él lo edificó sobre los mares, él fue quien lo asentó sobre los ríos.
R/. Ya llega el Señor, el rey de la gloria.
¿Quién subirá hasta el monte del Señor? ¿Quién podrá entrar en su recinto santo? El de corazón limpio y manos puras y que no jura en falso.
R/. Ya llega el Señor, el rey de la gloria.
Ése obtendrá la bendición de Dios y Dios, su salvador, le hará justicia. Ésta es la clase de hombres que te buscan y vienen ante ti, Dios de Jacob.
R/. Ya llega el Señor, el rey de la gloria.
ACLAMACIÓN antes del evangelio
R/. Aleluya, aleluya.
Llave de David, que abres las puertas del Reino eterno, ven a librar a los que yacen oprimidos por las tinieblas del mal.
R/. Aleluya, aleluya.
Proclamación Del santo Evangelio según san Lucas: 1, 26-38
¡gloria a ti, señor!
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.
Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo".
Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.
El ángel le dijo: "No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y Él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin".
María le dijo entonces al ángel:
"¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?". El ángel le contestó:
"El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios".
María contestó: "Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho". Y el ángel se retiró de su presencia.
Palabra del Señor.
¡Gloria a ti, Señor Jesús!.
Meditación
Nos acercamos a la Navidad. Isaías anuncia al Emmanuel, "Dios con nosotros", y el evangelio, el nacimiento de Jesús. En Isaías resulta llamativo que la señal sea una joven embarazada.
En el evangelio quien recibe el anuncio es una joven humilde, de una pobre y pequeña provincia de Israel.
Aparece como una mujer de casa, pues allí la encuentra el ángel; una mujer de iniciativa para preguntar y entrar en diálogo.
Más adelante, el mismo Lucas la mostrará como una mujer comprometida, conocedora de la historia y la realidad. Lejos de ser sumisa y pasiva, es una mujer luchadora que asume el anuncio del proyecto de Dios en el Magníficat.
Dios siempre ofrece señales de su presencia en nuestra vida, pero no siempre estamos dispuestos a reconocerlas. María invita a agudizar la mirada para descubrir las señales que durante este año Dios ha utilizado para hablarnos, manifestarnos su amor y vincularnos a su proyecto de construir un mundo mejor.
Sólo descubriendo los signos de Dios en nuestra vida podremos acoger su voluntad y pronunciar el "hágase en mi, según Tu Palabra" con la misma fuerza y convicción de aquella joven doncella de Nazaret.
Por la lectura del santo evangelio, sean perdonados nuestros pecados.
¡amèn!
|