Y dejo afuera todo quedándome en tu suspiro, con el tacto curtido del hablar de los ojos, torrencial hermoso que agita en mis venas la vorágine duermevela de cuanto te adoro.
Y me expongo en alma a desordenar tu respiro, a supurar lo sentido con caricias que desenvainan por el meridiano de la palabra que nos lleva en su poesía desfalleciendo prisas y reverdeciendo en llamas.
Y me estravío de lo demás para sucederme contigo, en constelaciones que el destino cual misterio dejó andar adentro, donde el palpitar, va tecleando un nosotros que del todo desalojo para volvernos a estrenar.