VIVIR EN UN AUTO - AMIGOS DE 60

I. Elices / Burgos- jueves, 09 de febrero de 2012
Óscar Hernández no pierde su sentido del humor a pesar de la situación en la que se encuentra desde poco antes de verano de 2010, cuando se quedó en la calle y no tuvo más remedio que fijar su ‘residencia’ en un Citroën Xara de segunda mano, su «chalé» como le gusta llamarle. Tira de chistes y chascarrillos durante toda la conversación, contradiciendo con su casi continua sonrisa lo que expresa en palabras, sus pocas ganas de seguir viviendo. «Hasta los cojones estoy de estar aún en pie», por utilizar una expresión suya.
Pero «hierba mala nunca muere», como dice él. Así que ni dos duros inviernos burgaleses han sido capaces de hacerle mella alguna. Mientras en casas bien acondicionadas y con calefacción central sus inquilinos sufren constipados con frecuencia y más de una gripe, Óscar está como una rosa, por ahora. «No enfermo nunca», dice con una mezcla de orgullo y pesar.
Su casa no es otra que su coche, que aparca desde hace dos años en la calle San Francisco, en la subida al cerro de San Miguel. Eligió este lugar por nostalgia y razones prácticas. El último domicilio que tuvo en Burgos este hombre de 47 años nacido en Valdorros estaba muy cerca, en la calle Padre Flórez. Pero también está al lado del «servicio, del baño». Todas las mañanas hace sus necesidades en la ladera del cerro.
En el vehículo guarda todo lo que tiene. El maletero está a rebosar de ropas, calzado, herramientas de albañil que conserva de cuando aún trabajaba, su cepillo de dientes, su kit de aseo personal. «Porque uno vive en la calle pero debe estar digno», señala. Varias toallas tapan las rendijas por las que podría colarse el frío en estas fechas y con dos mantas y un plumas se apaña para combatir las bajas temperaturas.
Bueno, tras la entrada de la última ola de frío siberiano se está refugiando en el albergue de Cáritas de la calle San Francisco -ha dormido allí los últimos cuatro días-. Pero el anterior invierno y hasta la fecha se ha cobijado día y noche en su vehículo. En los últimos días confiesa que no ha podido cumplir en toda regla con su higiene personal, porque la botella de agua que mete cada noche en el coche para lavarse a la mañana siguiente ha amanecido completamente helada.
Este hombre empezó a trabajar a los 13 años en el sector de la construcción -ahora es oficial de primera-. Hace tres años se separó y pasó por una crisis que le hizo perder el trabajo, por lo que decidió trasladarse con unos familiares a Lorca (Murcia), donde estuvo empleado como albañil en varios tajos durante 11 meses. Hasta que a primeros de 2010 decidió volverse. Pero no encontró trabajo. Vivió en piso compartido durante unas semanas y al poco tiempo de que se le acabara el subsidio del paro se quedó en la calle.
¿Qué hago?, se preguntó en ese momento. Le quedaba el coche, así que decidió mudarse a él con todas sus pertenencias y comenzar una nueva ‘vida’ bajo el techo de su Citroën Xara. Suele almorzar y cenar en el comedor de San Vicente de Paul, pero no siempre fue así. Al principio admite que robaba comida de algún supermercado para poder hacerse un bocata y pasar el día.
Su jornada comienza bien pronto, al amanecer, «porque ya no hay quien pare en el coche con todo el ambiente condensado». Para calentarse, asegura que puede andar hasta 30 kilómetros en un día, en sus paseos hasta el parque de Europa, Reyes Católicos o el barrio de San Pedro de la Fuente. «Es la manera de mantener el calor», señala.
Durante los casi dos años que lleva en la calle asegura que tan solo una vez una señora mayor del barrio se ha dirigido a él para darle una limosna, de 20 euros. «Luego hay gente que llama a la ventana del coche; yo limpio el cristal y pregunto qué quieren, como si yo pudiera ofrecerles algo», afirma con sorna.
En su opinión es muy difícil que pueda encontrar trabajo como albañil tal como «están las cosas en estos momentos en el sector y en general en España». «Aceptaría cualquier trabajo o chapuza que me propongan», afirma, porque está seguro de que no ha perdido su habilidad con los ladrillos. De hecho, habla con orgullo de más de una lección que ha tenido que dar a jefes suyos en más de una obra.
Sabe que este invierno el frío se ha llevado a dos indigentes en Burgos, pero no le preocupa lo más mínimo. «Sé que es un riesgo estar en la calle, sin calefacción en el coche, sin nada, pero por ahora es lo que hay», dice con cierta pena. Se alegra por aquellos que tienen una familia y «ven pasar un día y se felicitan, qué bien un día más». «Pero yo no puedo decir lo mismo», concluye.

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QUE TRISTE SITUACION Y ES UN PRIVILEGIADO ... OTROS CORREN PEOR SUERTE
¿ HASTA CUANDO? ESTA CRISIS MUNDIAL ESTA DURANDO YA DEMASIADO
EL ESTA ASI MIENTRAS OTROS ROBAN A LOS POBRES PARA SER MAS RICOS
QUE VERGUENZA

La vida en un Citroën