Hay muchas personas que me conocen y saben cómo
soy. Pero nunca les he dado a ellas un manual de instrucciones sobre mí misma,
sobre cómo soy o sobre cómo deben tratarme. …O, pensándolo mejor ¿sí se lo he
dado?
Constantemente todos estamos enviando mensajes
a los demás de cómo somos, aunque no nos demos cuenta de ello.
Si te fijas un poco, también tú mismo o tú
misma construyes, poco a poco, la imagen que tienes de las personas a las que
conoces. Vas pintando como un cuadro de cada una de esas personas en tu mente,
a medida que te relacionas con ellas. Cada día das una nueva pincelada, añades
un nuevo detalle. También borras y corriges aquí y allá, sin que el cuadro esté
nunca completamente terminado.
Qué bueno sería que todos tuvieran una buena
imagen mía. En gran parte, la imagen que tienen los demás de mí es la que yo
les he enseñado a tener.
Somos transparentes para quien sabe mirar el alma,
y tal y como me vean los demás, así me tratarán.
No es necesario fingir, basta con ser
auténtico, ser tú mismo/a y adquirir la responsabilidad de ser un poquito mejor
cada día.
Repítete con frecuencia esta frase:
“Hoy, en todos los sentidos, soy mejor de lo
que era ayer”.
Pero no sólo lo digas, debes creerlo y
sentirlo de verdad. Y para creerlo debes mejorar verdaderamente en algo,
para que los demás vayan pintando, al verte, una obra de arte.
Y lo que es más importante, tú también te
sentirás mejor.