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Hace un tiempo me puse a observar detenidamente la vida de las hormigas, y confieso que quedé asombrado al verlas trabajar con tanto orden y empeño.
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Pero una hormiga en particular atrajo mi atención. Negra y de tamaño mediano, la hormiga llevaba como carga una pajita que era seis veces más larga que ella misma.
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Después de avanzar casi un metro con suma dificultad, llegó a una especie de grieta, estrecha pero profunda, formada entre dos grandes piedras.
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Probó cruzar de una manera y de otra, pero todo su esfuerzo fue en vano. La pajita dificultaba aún mas la ya difícil tarea de pasar a la otra parte de la grieta. Hasta que por fin la hormiguita hizo lo insólito.
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Con toda habilidad apoyó los extremos de la pajita en un borde y otro de la grieta, y así construyó un puente, sobre el cual pudo atravesar el abismo.
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Al llegar al otro lado, tomó nuevamente la pajita que era su carga y continuó su viaje sin inconvenientes.
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La hormiga supo convertir su carga en un puente, y así pudo continuar su viaje. Sin esta carga, no hubiera podido avanzar en su camino. Pasó el obstáculo por saber manejar su carga, usándola para bien.
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Muchas veces nos quejamos por problemas, cargas y pruebas que nos llegan; sin darnos cuenta que esas "cargas", –bien tomadas–, pueden convertirse en puentes y peldaños que nos ayuden a triunfar.
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Cuando Dios te distingue, es para darte ventaja para una causa; así vemos como Dios levantó a Aod hijo de Gera, que era zurdo, para una tarea especial. (Jueces 3: 12-30)
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Jacob tuvo un encuentro con Dios en Peniel y quedó cojo, pero desde entonces caminó mejor, porque comenzó a caminar con Dios y a ser de bendición. (Génesis 32: 22-32)
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Si estás soportando alguna dificultad, recuerda que Dios lo ha permitido con un propósito, para hacerte bien, para ayudarte. José fue vendido como esclavo, encarcelado injustamente, pero Dios hizo que llegara a ser gobernador de Egipto.
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"Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo". (Génesis 50: 20)
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Confía en que Dios te va a ayudar y que tiene un propósito para ti. No existe "piedra" en tu camino que no puedas aprovechar para tu propio crecimiento.
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"Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados". (Romanos 8: 28)
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