A CIPARIS, EN EL DÍA DE SUS AÑOS
Don grande es la alta fama; y así como a la luna oscurece del sol la ardiente llama, así a par de Ciparis la fortuna la hermosura abatió; mas si a quien ama la Venus Dionea donó lira sonora, oh musa, ora la emplea en cantar de este día. La alma aurora de nieve y oro el yermo cielo dora,
merced al verso aonio y al concento de docta poesía cuando Apolo cantando calma el viento, quedando a la dulcísona armonía de la divina lira y sacro acento la natura admirada; ni pudo ser cantado por cítara dorada otro objeto mayor que el que ha tocado a humilde musa por favor sagrado.
Suben al alto Olimpo los odores de cínamo panqueo y amáraco fragante y otras flores; mas cumple, dulce musa, alto deseo y olvida un poco a Amor y tus dolores. Canta de este gran día a Eurídice la bella dulcísima armonía dictó el intonso dios, y a la doncella mudada en lauro por huir su huella.
Cual deidad iba en nácar erictea de la espuma engendrada que blandamente el aura la menea, tal hoy Ciparis sale acompañada del coro que cantando la rodea de las Gracias y amores; el invierno aterido huye al verla, y mil flores da el campo, y por do arrastra su vestido vese de rosas mil enriquecido.
¿Qué es, pues, la hermosura si adornada de honestidad no brilla? Cual palma que a las nubes elevada con su pompa los árboles humilla, mi señora a la bóveda estrellada se ensalza glorïosa; desde el humilde suelo la garza generosa bate las alas, y con raudo vuelo la tierra olvida, remontada al cielo.
Ni de mayor virtud enriquecida hubo jamás doncella; si habla, de entre sus labios desparcida corre la miel; las Gracias, tras la huella de su planta veloz van de corrida, y no tanta hermosura el iris refulgente muestra, tras nube oscura por las doradas puertas del oriente, como su undosa túnica esplendente.
Natura este gran día está admirada y en él se está placiendo. ¿Qué es del invierno triste? Aun más templada que en mayo el aura dulce va bullendo; seguid pues, oh avecillas; sea loada de vos mi alta señora. Tú, Venus, oye pía, y el templo olvida ahora de Gnido, y del Olimpo la ambrosía: tu vista solemnice este gran día.
De los años el curso arrebatado, que tanto la hermosura desaliña y ofende, tú has burlado. Así del sacro Líbano en la altura crece el eterno cedro al cielo alzado; el tiempo te enriquece, y el cielo tu alma vida guarda, y grato te ofrece don de belleza y juventud florida, y luego a sus mansiones te convida.
Si a humano ser los dioses largamente de sus dones colmaron sobre mortal poder, ¡oh, cuán fulgente sobre todos, señora, te elevaron! Mas ¿quién podrá cantarte, si en oriente el sol impera solo? Empero, si inspirada mi voz fuese de Apolo, tú serás algún día al cielo alzada y en digno verso lírico cantada.
SORBER. |