¡Caray! que pena ¿no? por ganar notoriedad, supongo, pues según las declaraciones, este jóven no era afecto a las serpientes, incluso era la primera vez que pisaba la tienda, y creo muy difícil que por satisfacer el gusto de un amigo, llegara al sacrificio de comer esos repugnantes insectos.
Gracias, Pequeña...no cabe duda que diariamente nos sorprende algo distinto.
Flaquita