A ÍTACA LLEGUÉ, MAS
NO ERA ÍTACA.
Sus calles parecían las calles de Ítaca.
Las gentes hablaban el viejo idioma.
Los vestidos y peinados de las mujeres
eran iguales que en Ítaca. Las casas,
los palacios, el hogar de mis padres,
los cantos de los pájaros...
Los dioses eran los dioses de Ítaca,
los pórticos, el río, los esclavos;
el vino era sin duda el vino de Ítaca,
también los mercaderes y manjares.
Todo estaba en su sitio, pero aquello
no era lo que dejé, lo que anhelaba
encontrar al regreso...
A Ítaca llegué, mas no era Ítaca
o no era yo quien a Ítaca llegaba.
© Sergio Borao Llop