"POEMAS DE LAS MADRES"
(NOS REMONTAMOS A SU BELLA MATERNIDAD)
ME HA BESADO
Me ha besado y ya soy otra; otra, por el latido que duplica el de mis venas; otra, por el aliento que se percibe entre mi aliento.
Mi vientre ya es noble como mi corazón.
Y hasta encuentro en mi hálito una exhalación de flores: ¡todo por aquél que descansa en mis entrañas blandamente, como el rocío sobre la hierba!
¿CÓMO SERÁ?
¿Cómo será? Yo he mirado largamente los pétalos de una rosa, y los palpé con delectación: querría esa suavidad para sus mejillas. Y he jugado en un enredo de zarzas, porque me gustarían sus cabellos así, oscuros y retorcidos. Pero no importa si es tostado, con ese rico color de las gredas rojas que aman los alfareros, y si sus cabellos lisos tienen la simplicidad de mi vida entera.
Miro las quiebras de las sierras, cuando se van poblando de niebla, y hago con la niebla una silueta de niña, de niña dulcísima: que pudiera ser eso también.
Pero, por sobre todo, yo quiero que mire con el dulzor que él tiene en la mirada, y que tenga el temblor leve de su voz cuando me habla, pues en el que viene quiero amar a aquel que me besara.
LA QUIETUD
Ya no puedo ir por los caminos: tengo el rubor de mi ancha cintura y de la ojera profunda de mis ojos. Pero traedme aquí, poned aquí a mi lado las macetas con flores, y tocad la citara largamente: quiero para él anegarme de hermosura.
Pongo rosas sobre mi vientre, digo sobre el que duerme estrofas eternas. Recojo en el corredor hora tras hora el sol acre. Quiero destilar como la fruta miel hacia mis entrañas.
Recibo en el rostro el viento de los pinares. La luz y los vientos coloreen y laven mi sangre. Para lavarla también yo no odio, no murmuro, ¡solamente amo! Que estoy tejiendo en este silencio, en esta quietud, un cuerpo, un milagroso cuerpo, con venas y rostro, y mirada y depurado
corazón.
SABIDURÍA
Ahora sé para que he recibido veinte veranos la luz sobre mí y me ha sido dado cortar las flores por los campos. ¿Por qué, me decía en los días más bellos, este don maravilloso del sol cali-
do y de la hierba fresca?
Como al racimo azulado, me traspasó la luz para la dulzura que entregaría. Éste que en el fondo de mí está haciéndose gota a gota de mis venas, éste era mi vino.
Para éste yo recé, para traspasar del nombre de Dios mi barro. con el que se haría. Y cuando leí un verso con pulsos trémulos, para él me quemó como una brasa de belleza, porque recoja de mi carne su ardor inextinguible.
DULZURA
Por el niño dormido que llevo, mi paso se ha vuelto sigiloso. Y es religioso todo mi corazón, desde que lleva el misterio.
Mi voz es suave, como por una sordina de amor, y es que temo despertarlo.
Con mis ojos busco ahora en los rostros del dolor de las entrañas, para que los demás miren y comprendan la causa de mi mejilla empalidecida.
Hurgo con miedo de ternura en las hierbas donde anidan codornices. Y voy por el campo silenciosa, cautelosamente: creo que árboles y cosas tienen hijos dormidos, sobre los que velan inclinados.
Gabriela Mistral.