Si un problema tiene solución, no hace falta preocuparse. Si no tiene solución, preocuparse no sirve de nada." "El agua hace flotar el barco, pero también puede hundirlo."
Un rosario de nombres de mujer que quieren recordar a la reina de las flores, han salido del nombre de la rosa, la flor que enamora por su belleza perfumada. Rosa, Rosario(Charo), Rosalía, Rósula, Rosalina, Rosina, Rosamunda, Rosalba, Rosana, todos hablan de la rosa,que la tenemos adornando nuestra cultura desde su mismo nacimiento. Los griegos nos transmitieron no sólo el nombre, (rodon / ródon), sino también la admiración y el culto a esta flor. Ellos mismos tenían una cincuentena de palabras en las que estaba presente el elemento "rosa", ellos fueron los que fundaron la ciudad con el evocador nombre de Rosas mirando al Mediterráneo y al Sol naciente. Los romanos llamaban rosarium a la rosaleda, es decir a un jardín todo él plantado de rosales. Rosarius era el vendedor de rosas. Cuando se forjó en nuestra lengua esta palabra para denominar lo que conocemos como el rosario, se pensaba exactamente en una secuencia de rosas. Cada oración era una rosa, y las cuentas del rosario eran para recordar el momento del rezo en que se estaba. Este concepto tan exquisito de oración, es ya de por sí todo un hallazgo.
Las Rosarios y las Charos celebran su onomástica el 7 de octubre, fiesta de la Virgen del Rosario, sólidamente implantada en todo el mundo de habla hispana. He ahí un nombre lleno de misterio, de perfume y de belleza que ha tenido siempre a la humanidad embriagada. Por eso festejamos las rosas desde que amanecieron los tiempos. Rosario es el conjunto infinito de las más bellas rosas que le han nacido a la humanidad.
Llego a Madrid a las ocho de la mañana. Me voy a quedar apenas algunas horas, no tiene sentido telefonear a los amigos o arreglar algún encuentro. Resuelvo caminar solo por lugares que me gustan y termino fumando un cigarrillo en un banco del parque de El Retiro.
-Usted parece que no está aquí –me dijo un anciano, sentándose a mi lado.
-Estoy aquí –respondo. –Sólo que doce años atrás, en 1986. Sentado en este mismo banco con un amigo pintor, Anastasio Ranchal. Los dos estamos mirando a mi mujer, Christina, que bebió más de la cuenta y hace como que baila flamenco.
-Aproveche –dijo el anciano. –Pero no se olvide de que el recuerdo es como la sal: en la cantidad adecuada le da sabor a la comida; pero si se exagera, estropea el alimento. Quien vive demasiado en el pasado, gasta su presente en recordar.