Después se ofreció a que le pidieran algún bis. Un tímido sacerdote pidió al actor si conocía el salmo 22.
El actor respondió: si lo conozco, pero estoy dispuesto a recitarlo sólo con una condición: que después también lo recite usted..
El sacerdote se sintió incomodo, pero accedió.
El actor hizo una bellísima interpretación con una dicción perfecta:
El Señor es mi Pastor, nada me falta.
Los huéspedes, al final, aplaudieron vivamente.
Llegó el turno del sacerdote, que se levantó y volvió a repetir una a una las mismas palabras del salmo.
Esta vez, cuando terminó, no hubo aplausos sólo un profundo silencio y lágrimas en algunos rostros.
Señoras y señores, espero que se hayan dado cuenta de lo que ha sucedido esta noche aquí,
Yo conocía el salmo pero este hombre conoce al pastor.