El niño es como un barro suave donde
puedes grabar lo que quieras... pero esas marcas
se quedan en la piel... Esas cicatrices se marcan
en el corazón... Y no se borran nunca.
El niño no es algo molesto y majadero... Es
material de crecimiento. Es mas bien la verdade-
ra alegría de la vida.
El joven no es un huésped, ni un extraño, ni
un descabellado... Es una nueva promesa, un
nuevo amanecer... Un nuevo hallazgo.
El hombre maduro no es un peso, una encru-
cijada, un timorato... Es un acierto y un conoce-
dor... un golpe de vista con sabiduría y una deci-
sión con buen enfoque y atinada realidad.
El viejo no es un lastre, un inútil, un insigni-
ficante... Es el camino que fue luz, la huella que
marco dirección, el fruto que alcanzo plenitud,
y la cosecha que dejó su abundancia.
Y quizás el "ojo profético" que viendo más
lejos preparó el camino para que tu lo perpetua-
ras.