Roberto Letts era un personaje de novela y, seguramente, Jaime Bayly (su sobrino) lo inmortalizará en alguna de sus ficcione. Días atrás habíamos ensayado un retrato con referentes dispersos. Hoy, Bayly escribe un artículo bien hilvanado sobre su tío millonario.
El artículo es una joya de estilo y bien vale enlazarlos a él y compartir algunos fragmentos.
Quizás sea uno de los mejores columnistas del medio y esta vez nos da el acercamiento más cabal a un personaje, en sustancia, diferente a los demás. Nos describe su muerte entre rabias y su honestidad intelectual in limine. No pacta y rechaza a los curas y la redención que le ofrecen, leal a sus principios. Una vida para la novela y un personaje en busca de su autor.
Mientras leía el extraordinario artículo recordaba El Ciudadano Kane, la muerte del magnate de la prensa y la soledad de su castillo repleto de memorias.
Sin más, aquí el enlace y debajo unos fragmentos http://peru21.pe/impresa/noticia/bobby/2010-04-12/272444
De Peru21:
"Ha muerto el tío Bobby. Ha muerto en su cama. Ha muerto bebiendo vodka y comiendo chocolates y mandando al carajo a los médicos que querían llevarlo a la clínica. Ha muerto gritando, insultando, vociferando a duras penas porque se ahogaba. Ha muerto en brazos de mi madre, ella sollozando no sé si por la pena de perderlo o por las tantas noches que durmió en el suelo, al pie de la cama de Bobby, sobre unas frazadas viejas, como una enfermera abnegada y servicial".
Ha muerto Bobby y ha muerto combinando vodka con suero y morfina y trufas belgas y suizas, haciendo lo que le daba la gana, siendo el pequeño déspota genial que siempre fue hasta la madrugada en que se aburrió de ser inteligente, tanto que, en uno de sus días buenos y sosegados o en uno de sus días revulsivos y volcánicos, era imposible no sentirse un tonto a su lado, era imposible no sentir que era un portento de la inteligencia y que el mundo le cabía en la cabeza porque en su cama tenía desperdigadas revistas inglesas, francesas, italianas, y hablaba cinco lenguas con perfecta fluidez y siempre parecía saber lo que el otro tenía en la cabeza y quería de él, era como un formidable jugador de ajedrez que, sea en el mundo del dinero, como en el más enrevesado de los afectos, leía con aterradora lucidez la próxima jugada de quien tenía enfrente, y eran muchos a quienes tenía enfrente y ganaba diez o veinte partidas simultáneas porque Bobby era un estratega de singular talento y nada le gustaba más que humillar al adversario con el poder desmesurado de su inteligencia."
"Grande Bobby: vivió como le dio la gana, con todos los lujos y excentricidades, paseándose por Europa como yo por la calle Miguel Dasso, y cuando quisieron traerle curas para que se arrepintiera por su estilo de vida libre, libertino, libérrimo, se negó a gritos, cayéndose de la cama, ahogándose, y mandó al carajo a todos los curas y murió siendo fiel a sus instintos y sus amores y sus genes revoltosos, murió libre, libertino y libérrimo como vivió, con una botella de vodka y un chocolate suizo y despreciando los consejos de los médicos y sintiéndose, me temo, el hombre más solo del mundo, porque no sé si Bobby amó y fue amado, pero creo que al final el pobre era tan condenadamente inteligente y desconfiado que estaba solo y desolado allá arriba, adonde los demás no podíamos llegar a igualarlo"
cuando se metía al mar (y yo fui testigo siendo niño y ya adolescente), no había nadie que tuviera más coraje, hombría y virilidad que Bobby para entrar nadando sin vacilar hasta la pérfida rompiente de olas estruendosas de Villa y encontrar la manera de pasar su cabeza calva por ese matadero donde tantos y tantos habían perecido y luego flotar con olímpico desparpajo, mientras toda la familia y la playa entera contemplábamos con miedo y admiración las insólitas hazañas de Bobby en el mar de Villa, unas hazañas que hacían alarde de su hombría escondida, de su fantástica desfachatez para desafiar el peligro, de tan insolente confianza en sí mismo que ni siquiera los salvavidas se atrevían a meterse allí adentro, lejos de las olas, donde Bobby nos dejaba ver flotando su cabeza calva y pecosa, como diciéndonos: seré maricón, pero a ver quién de ustedes tiene los cojones de venir aquí adentro".
"Y con ese mismo valor con el que sobrepasaba las olas descomunales de Villa y salía bajándolas a pecho, con ese mismo coraje ha muerto Bobby en el mar encrespado en el que todos hemos de morir.
Bobby querido, fuiste un grande y supiste morir como un grande, mis respetos por eso".