Nombre legendario que tiene su origen en la literatura de caballerías, de la Edad Media. Su forma latina es Oliverius, que nos dará en castellano y en italiano, Oliverio, en francés Olivier, en catalán Oliver, en inglés Oliver (con la O tónica). Hace referencia al olivo, árbol sagrado que representa la paz. El aceite extraído del fruto del olivo se ha usado desde la más remota antigüedad no sólo como alimento, sino también como ungüento vigorizador y protector (con él se recubrían los atletas el cuerpo desnudo en las competiciones); de ahí que se haya adoptado por la liturgia para consagrar en la dignidad sagrada y como fortalecedor. Precisamente Cristo significa "el Ungido". Junto con el pan y el vino, el aceite es el tercer gran producto de la naturaleza que transformado por el ingenio del hombre, define nuestra civilización.
Celebran su onomástica los Oliverios el 10 de enero y el 1 de julio. Tienen un nombre vigoroso y lleno de virtud, sumamente glorificado por la leyenda. Oliverio ha sido y sigue siendo sinónimo de caballerosidad atemperada por la prudencia y la sabiduría.