MIERCOLES 8 DE MARZO/17
Lectura del libro del profeta Jonás 3 ,1-10
En aquellos días, vino de nuevo la palabra
del Señor a Jonás: "Vete ahora mismo a Nínive, la gran ciudad,
y proclama allí lo que yo te diré".
Jonás partió de inmediato a Nínive, según la orden
del Señor.
Nínive era una ciudad inmensa;
se necesitaban tres días para recorrerla.
Jonás entró en la ciudad y caminó durante
todo un día, proclamando:
"Dentro de cuarenta días Nínive será destruida".
Los ninivitas creyeron en Dios, ordenaron
un ayuno y todos,desde el más grande
hasta el más pequeño,
se vistieron con ropas de penitencia.
También el rey de Nínive, al enterarse,
se levantó de su trono,
se quitó el manto, se vistió con ropas de
penitencia y se sentó en el suelo.
Luego mandó proclamar en Nínive este decreto:
"Por orden del rey y sus ministros,
que hombres y animales,
vacas y ovejas, no coman, ni pasten,
ni beban agua.
Que se vistan con ropas de penitencia
e invoquen con
fervor a Dios, y que todos se conviertan
de su mala
conducta y de sus violentas acciones.
Quizás Dios cambie de parecer, se arrepienta
y se calme el ardor de su ira, de suerte
que no muramos".
Al ver Dios lo que hacían y cómo se habían
convertido, se arrepintió y no llevó a cabo
el castigo con que
los había amenazado.
PALABRA DE DIOS.
¡TE ALABAMOS SEÑOR!
SALMO 50, 3-4.12-13.18-19
R.- ¡Tú no desprecias un corazón contrito, Señor!
Ten piedad de mí, Dios mío, por tu amor,
por tu inmensa compasión,
borra mi culpa; lava del todo mi maldad,
limpia mi pecado.
R.- ¡Tú no desprecias un corazón contrito, Señor!
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
renueva dentro de mí un espíritu firme; no me
arrojes de tu presencia,
no retires de mí tu santo espíritu.
R.- ¡Tú no desprecias un corazón contrito, Señor!
Pues no es el sacrificio lo que te complace,
y si ofrezco un holocausto no lo aceptarías.
R.- ¡Tú no desprecias un corazón contrito, Señor!
El sacrificio que Dios quiere es un espíritu
arrepentido:
un corazón arrepentido y humillado, tú no
lo desprecias.
R.- ¡Tú no desprecias un corazón contrito, Señor!
† LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGùN SAN LUCAS
(11,29-32)
¡GLORIA A TÍ, SEÑOR!
En aquel tiempo, la gente se aglomeraba
alrededor de Jesús y él se puso a decir: "Esta es una generación malvada; pide una señal,
pero no se le dará una señal diferente a la de Jonás.
Pues así como Jonás fue una señal
para los ninivitas,
así el Hijo del hombre lo será para esta
generación.
La reina del sur se levantará en el juicio
contra los hombres de esta generación y
los condenará,
porque ella vino desde el extremo de la tierra
a escuchar la sabiduría de Salomón,
y aquí hay alguien que es más importante
que Salomón.
Los habitantes de Nínive se levantarán el día
del juicio contra esta generación y la condenarán,
porque ellos hicieron penitencia
por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien
que es más importante que Jonás".
PALABRA DEL SEÑOR. ¡GLORIA A TÍ, SEÑOR JESÚS!.
MEDITACIòN DE LA PALABRA DE HOY
Gente perversa, nos dice el Señor. Buscarlo sólo para que cumpla nuestros antojos es manipulación y no compromiso de fe.
Estar contentos con Él cuando lo tenemos todo y, por el contrario, sentirnos decepcionados de Él cuando la vida se nos complica, es signo de egoísmo y de búsqueda del Señor de un modo interesado.
Al darnos el Señor el signo de Su Gloriosa Resurrección y de Su Glorificación a la diestra del Padre Dios, nos ha manifestado el verdadero sentido de la vida de la persona humana y del curso de la historia.
Buscarlo y encontrarnos con Él es encontrar la verdadera sabiduría; la que nos hace justos, rectos, honestos, solidarios y fraternos con todas las personas.
En cambio buscarlo para escuchar Su Palabra y continuar en nuestros caminos tortuosos por la maldad, es ser torpe como los animales que sólo viven, engordan y disfrutan lo que tienen a mano, pero no son capaces de amar.
Encontrarnos con Cristo es encontrar la luz que nos hace caminar sin tropiezos, sin ilusiones falsas, sin odios ni destrucciones.
Ante el Señor se requiere una verdadera conversión que desemboque en el compromiso de convertirnos en signos de su amor, de su paz, de su alegría, de su cercanía, de su perdón, de su misericordia.
No podemos decir que la salvación ha llegado a quien, diciéndose persona de fe por profesar alguna religión que le una con Dios, viva sin un verdadero compromiso de amor hacia sus hermanos.
La Eucaristía que nos reúne día a día, así como la lectura de la Palabra, debe ser el principio de un compromiso con Aquel con quien entramos en comunión (común-unión).
Muertos, junto con Cristo, al pecado, hemos de resucitar a una vida nueva. Nosotros somos el mejor signo del amor de Dios para nuestros hermanos; somos su mejor carta de recomendación, escrita, no con tinta, sino con la sangre del Cordero Inmaculado.
Este memorial de Cristo no sólo se celebra en la Eucaristía; este memorial se prolonga en la vida de la Iglesia. Quien contempla a la Comunidad de creyentes contempla al mismo Cristo que continúa su obra de salvación en el mundo y su historia.
Enfrentar la vida con sus retos significa, para las personas de fe en Cristo, una verdadera lucha, a brazo partido y aceptando todas sus consecuencias, por lograr que el Reino de Dios se haga realidad entre nosotros.
Cuando logremos la paz entre nosotros; cuando vivamos de un modo más fraterno; cuando seamos solidarios con el dolor de nuestros hermanos que viven en desgracia, no sólo para consolarlos sino para ayudarlos a tener una vida más digna, entonces, y sólo entonces, podremos llamar a Dios Padre nuestro.
¿Podremos decirle Padre a Dios cuando destruimos, pisoteamos y hacemos más pesada la vida de nuestro prójimo? ¿Acaso podrá Él decirnos: Tú eres mi hijo amado, en quien tengo mis complacencias.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de que día a día el Espíritu Santo vaya formando en nosotros la imagen de Su Propio Hijo, para que, revestidos de Cristo, seamos capaces de hacer, con la fuerza del mismo Espíritu, que el rostro resplandeciente del Señor brille en Su Iglesia, y todos seamos capaces de darle un nuevo rumbo a nuestra historia.
Amén.
POR LA LECTURA DEL SANTO EVANGELIO,SEAN PERDONADOS NUESTROS PECADOS.
¡AMÉN!
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