Con este pasaje de hoy, nos invita Jesús en esta cuaresma a meditar sobre la oración.

La oración de petición es lo que en este momento nos está invitando a recordar. Nos pone de ejemplo al padre que da a su hijo, lo que éste necesita, tal vez porque conociendo la situación de los padres de familia, quiso valerse de ellos para presentar una imagen de la oración.

Pedir. Los padres de familia conocen mejor que nadie lo que sus hijos necesitan. Y buscan remediar, en la medida de las posibilidades, estas necesidades. Sin embargo, en algunas situaciones el hijo anda detrás de ellos día y noche pidiendo algo que carece y que anhela ardientemente. ¡No hay forma de hacerles olvidar el tema! Hasta que no obtienen lo que desean, no dejan de pedir, rogar, insistir, perseguir y -en algunos casos penosos- llorar y patalear.

Así es también Dios con nosotros. Es un Padre que conoce mejor que nadie nuestras necesidades y, a veces, las satisface sin que nosotros lo pidamos. Nuestro Padre Celestial quiere, y nos invitas con este Evangelio, a pedir lo que queramos, sin temor, con confianza, con perseverancia. Porque tarde o temprano nos dará lo que le pidamos, si conviene a nuestra salvación, pero siempre, siempre nos dará exactamente lo que necesitamos. Pedirle en la oración lo que sea. Un día y otro y otro, sin desfallecer.

Tocar. Es verdad también que los padres de familia, especialmente las madres, no son fáciles a dejar los hijos fuera de casa. Se angustian cuando a las altas horas de la noche ellos no han regresado; y ante el primer golpe en la puerta acuden inmediatamente a abrirles. Raras veces vemos a un hijo suplicando entrar en la casa de sus padres. Ellos siempre tienen para sus hijos las puertas abiertas para recibirles y darles el calor del hogar.

Igualmente Dios es así en la oración. Siempre está alerta para que apenas toquemos a su puerta, aunque sea de la manera más suave, nos abra sin tardanza.

Dios Permanece a la espera de que lleguemos a su puerta cada mañana, cada noche, cada domingo en la oración y toquemos.

Él anhela recibirnos, quiere estar con nosotros, escucharnos, darnos afecto, darnos amor, darnos protección y todo aquello que necesitamos. Pidamos al Señor, que nos conceda más y más el don de la oración.

Tenemos además un camino, que la Iglesia nos ha enseñado desde siempre, para que nuestras peticiones lleguen con prontitud ante la presencia de DIOS. Este camino es la mediación de MARIA, Madre de DIOS y Madre nuestra. A Ella acudimos ahora y siempre, con esta sencilla pero confiada oración:

“Acordate, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a tu protección, implorado tu asistencia y reclamado tu socorro, haya sido abandonado de Tì. Animado con esta confianza, a Tì también acudo.