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General: LECTURAS Y SANTO EVANGELIO DEL DOMINGO 2 DE ABRIL DEL 2017
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: FLAQUIS  (Mensaje original) Enviado: 02/04/2017 07:21
 
 
 

PRIMERA LECTURA DE LA PROFECIA DE EZEQUIEL 37, 12-14

Así dice el Señor:

-«Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel.

Y, cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor.

Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago.»

Oráculo del Señor.
PALABRA DE DIOS.

¡TE ALABAMOS SEÑOR!

SALMO 129, 1-2. 3-4ab. 4c-6. 7-8


R. Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz, estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica.

Si llevas cuentas de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto.

Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora. Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora.

Porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus delitos.

SEGUNDA LECTURA

 DE LA CARTA DEL APOSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 8, 8-11

Hermanos:

Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo.

Pues bien, si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justificación obtenida.

 Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.

PALABRA DE DIOS.

¡TE ALABAMOS SEÑOR! 

 

PROCLAMACION DEL SANTO EVANGELIO SEGUN SAN JUAN 11, 3-7. 17. 20-27. 33b-45

¡GLORIA A TI, SEÑOR!

 

En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro mandaron recado a Jesús, diciendo:

-"Señor, tu amigo está enfermo."

Jesús, al oírlo, dijo:

-"Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella."

Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba.

Sólo entonces dice a sus discípulos:

-"Vamos otra vez a Judea."

Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado.

Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús; “

-"Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano.
Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá."


Jesús le dijo:
-"Tu hermano resucitará."
Marta respondió:
-"Sé que resucitará en la resurrección del último día."
Jesús le dice:


-"Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mi, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mi, no morirá para siempre. ¿Crees esto?
Ella le contestó:
-"Si, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que
tenla que venir al mundo."


Jesús sollozó y, muy conmovido, preguntó:
-"¿Dónde lo habéis enterrado?"
Le contestaron:
-"Señor, ven a verlo."

Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban:
-"¡Cómo lo quería!"
Pero algunos dijeron:
-"Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber
impedido que muriera éste?"

Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa.
Dice Jesús:
-"Quitad la losa."


Marta, la hermana del muerto, le dice:
-"Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días."
Jesús le dice:
-"¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?"
Entonces quitaron la losa.

Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:
-"Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú
me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para
que crean que tú me has enviado."

Y dicho esto, gritó con voz potente:
-"Lázaro, ven afuera."

El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo:

-"Desatadlo y dejadlo andar."

Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

PALABRA DEL SEÑOR.

¡GLORIA A TI, SEÑOR JESUS!

 

MEDITACION DE HOY

El Maestro está ahí, y te llama

Ez 37,12-14; Sal 129; Rom 8,8-11; Ju 11,1-45

¡Qué hermosura! Está ahí, a mi puerta, y me llama.

Marta es más trabajadora, ya lo sabemos, toma las cosas en su andar de todos los días, infatigable, y recibe al Señor con el cariño de una pulcritud llena de cercanía y amor.

 María, por el contrario, está a sus cosas, a su bola podríamos decir. Ni siquiera se da cuenta de que hubiera debido ayudar a su hermana infatigable. Para Marta el servicio es acción, trabajo tierno en el quehacer diario. Para María, contemplación, rumie, incluso olvidadizo de lo que hubieran debido ser sus deberes, ayudando a su hermana.

 Y, sin embargo, en el decir de Jesús, es ella quien ha escogido la mejor parte. Mas ahora es Marta quien arranca de Jesús esas palabras maravillosas: Yo soy la resurrección y la vida. Oyendo su confesión, tan parecida a la de Pedro, la mujer hacendosa deja la traza de que lo suyo es una plena y confiada seguridad en quién sea Jesús.

 Qué sobresalto para María cuando la hermana hacendosa le dice esas palabras sobrecogedoras: el Maestro está ahí, y te llama. Se levanta, va a las carreras a quien ama, todavía a las afueras de la aldea.

 Está ahí, y te llama. ¿No son las de María las maneras con las que también nosotros debemos ir acercándonos a la Semana Santa, aunque sea olvidando un poco nuestro quehacer diario? ¿Y qué haremos? Rumiar y contemplar lo que acontece. Ver de qué manera es verdad que él, Jesús, nuestro Jesús, hace que, al menos por unos momentos, olvidemos todo lo que no sea él, su seguimiento, su mirada, su subir allá donde va. Porque, con la suya, nos va a mostrar cómo nuestra resurrección y dónde nuestra vida.

Pues el Señor nos infundirá su espíritu, y sabremos quién es. Será él quien abrirá nuestros sepulcros, quien desliará nuestros sudarios. Porque el Padre le ha escuchado, mejor, le está escuchando en la absoluta profundidad de lo que se acerca: la cruz. Y será de esta manera como sabremos que ha sido ÉL quien lo ha enviado.

 Pues del Señor viene la misericordia. Está llegando. Avistarlo bien. Ya desde ahora, pues, contemplad la cruz. No por los maderos que la forman, sino por quien va a ser clavado en ellos.

Felix culpa, como cantaremos la noche de Pascua, pues nos ha llevado hasta la cruz y en ella se nos ofrece la gracia de la redención. Seremos librados del sepulcro y de la muerte; se borrarán nuestros pecados.

 Con María, contemplemos lo que va a acontecer en Jerusalén, pues allá se juega nuestra vida.

Olvidemos por un momento nuestros quehaceres de Marta y sentémonos junto a María para empaparnos del amor que sigue su camino hasta la cruz. Y junto a ella, lo sabemos, también estará la otra María, la madre de Jesús.

No vayamos como los apóstoles —menos el tan jovenzuelo que apenas si era un hombre— a comentar desde lejos lo que acontece, quizá tomando vinos, sino estemos con María, allá, siguiéndole a ella y a las otras mujeres (asombra siempre la presencia de las mujeres, mientras los hombres están desaparecidos o renegantes), preparándonos para también nosotros sentarnos al pie de la cruz.

Tenemos el Espíritu de Cristo, pues somos de Cristo. Él está en nosotros, por eso ya no somos cuerpo de pecado, sino que vivimos por la justificación obtenida en la cruz. Preparémonos a contemplarla, y el mismo Jesús vivificará nuestros cuerpos mortales.

REFLEXION DEL PADRE ANDRES PARDO.

¿QUIÉNES SON LOS MUERTOS?

Cristo sabía que su amigo Lázaro estaba gravemente enfermo, pero que esta enfermedad no acabaría en la muerte, sino que serviría para gloria de Dios. No deja de sorprender el contraste existente entre nuestra manera de pensar y la de Cristo, entre nuestro vocabulario y el suyo. Llamamos muerte a la enfermedad, al dolor, a la pobreza, a todo aquello que conduce a la muerte física. Sin embargo, Cristo la llama “sueño”; por eso va a despertar a su amigo.

Hoy somos invitados a reflexionar sobre la muerte verdadera, de la que nos habla claramente San Pablo. Se trata de la muerte fruto del pecado, muerte de la que Cristo no nos puede resucitar sin nuestra propia voluntad.

 Hay muchos vivientes que andan como muertos, porque les falta el Espíritu que da la verdadera vida. Hay muchos que soportan enfermedades irreversibles, que aceptan la cruz del desprendimiento total, la muerte física, sabiendo desde la fe que es camino de resurrección y de vida eterna.

Jesús llegó tarde. Lázaro llevaba ya muerto cuatro días en el sepulcro. Alguno de sus discípulos pensó que lo único que podía hacer el Maestro era dar a sus hermanas un conmovido pésame. Por eso no se extrañó de que el amor hacia el amigo muerto provocase sollozos y llanto. Jesús no era un hombre impasible; la fe no hace perder al cristiano la auténtica sensibilidad.

Junto a la tumba del amigo fallecido suenan solemnes las palabras de Jesús: “quitad la losa”, es decir, quitar lo que separa, lo que aisla. E inmediatamente pronuncia la acción de gracias al Padre.

 ¡Qué gran ejemplo el de Cristo: dar gracias al comienzo sin esperar al final!

Todos debemos escuchar el grito de Jesús que nos manda salir fuera del sepulcro y nos llama a superar la rigidez, el inmovilismo, la frialdad, las ligaduras terrenas y la esclavitud del pecado para vivir como resucitados.

POR LA LECTURA DEL EVANGELIO SEAN PERDONADOS NUESTROS PECADOS

¡AMEN!

 
 
 
 
 


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