El anciano guerrero se acercó a la orilla de su playa... esa playa donde dejaba las tristezas y recogía paz...
Ahí la vio; primero pensó que era un ángel... pero era una mujer que lloraba a la orilla del mar.
El viejo lobo se acercó y le preguntó:
—¿Qué te pasa, mujer con rostro de ángel?
—Tengo tristeza —ella respondió—, necesito alguien que me apoye, alguien que me sostenga...
El anciano guerrero le mostró su bastón tallado y le preguntó:
—¿Quién sostiene a quien? —vio su expresión de duda y continuó—.
Mi relación con mi bastón es mutua: él me sostiene sólo si yo lo sostengo con energía...
Si quieres sentir que alguien te sostiene, levanta a alguien que esté caído; sentirás el honor del bastón que, sin preguntar, ayuda a caminar al que envejece...
La mujer lo miró y sonrió; su sonrisa alumbró la obscura noche sin luna como una estrella que se levanta cuando está a punto de amanecer...
El viejo la vio alejarse con una carga menos en el alma y el se volvió hacia su mar... en la distancia se escucho un aullido profundo..