Aunque suene contradictorio, pero los fracasos, las penas, el dolor, y los problemas, son elementos necesarios para alcanzar el éxito en los futuros proyectos.
Lo peor que podemos hacer ante el infortunio es...¡no hacer nada!. Quien se queda mirando los problemas, y preguntándose el porqué, autocompadeciéndose, y arrinconándose a lamerse las heridas, solo se agudizará más la crisis, se hundirá más en el desespero, debatiéndose en una enorme tormenta de espiritu, que irremediablemente lo convirtirá en un ser pusilánime y mediocre, con la tristeza reflejada en la mirada y el sabor de la derrota corroyendo el alma.
Por el contrario, quien tenga una determinación firme, la actitud decidida, el coraje, y la fortaleza de enfrentarse al infortunio que se ha vivido, será sin duda alguna un triunfador, alcanzando esa paz interior que parece abandonarnos cuándo sufrimos, su mirada será serena, y el sabor de la satisfacción propia enriquecerá su alma.