Y ahora, reyes, reflexionen, aprendan, gobernantes de la tierra. Sirvan al Señor con temor.
“Tú eres mi hijo: Yo te he engendrado hoy”.
ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
¡Aleluya, aleluya!.
Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie va al Padre sino por mí, dice el Señor.
¡Aleluya!.
PROCLAMACION DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 14, 1-6
GLORIA A Tì, SEÑOR
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí.
En la casa de mi Padre hay lugar para todos; si no fuera así, ya lo habría dicho; ahora voy a prepararles ese lugar.
Una vez me haya ido y les haya preparado el lugar, regresaré y los llevaré conmigo, para que puedan estar donde voy a estar yo.
Ustedes ya saben el camino para ir adonde yo voy".
Tomás le dijo:
"Pero, Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo vamos a saber el camino?"
Jesús le respondió:
"Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie puede llegar hasta el Padre, sino por mí".
PALABRA DEL SEÑOR.
¡GLORIA A TI, SEÑOR JESUS!
MEDITACION
Jesucristo es para cada hombre Camino, Verdad y Vida, nos anuncia el Evangelio de la Misa. Quien le conoce sabe la razón de su vida y de todas las cosas; nuestra existencia es un constante caminar hacia Él. Y es en el Santo Evangelio donde debemos aprender la ciencia suprema de Jesucristo, el modo de imitarle y de seguir sus pasos. «Para aprender de Él, hay que tratar de conocer su vida: leer el Santo Evangelio, meditar aquellas escenas que el Nuevo Testamento nos relata, con el fin de penetrar en el sentido divino del andar terreno de Jesús.
Porque hemos de reproducir, en la nuestra, la vida de Cristo, conociendo a Cristo: a fuerza de leer la Sagrada Escritura y de meditarla». Queremos identificarnos con el Señor, que nuestra vida en medio de nuestros quehaceres sea reflejo de la suya.
No basta con tener una idea general del espíritu de Jesús, sino que hay que aprender de Él detalles y actitudes. Y, sobre todo, hay que contemplar su paso por la tierra, sus huellas, para sacar de ahí fuerza, luz, serenidad, paz.
No se ama sino aquello que se conoce bien.
Por eso es necesario que tengamos la vida de Cristo en la cabeza y en el corazón, de modo que, en cualquier momento, sin necesidad de ningún libro, cerrando los ojos, podamos contemplarla como en una película; de forma que, en las diversas situaciones de nuestra conducta, acudan a la memoria las palabras y los hechos del Señor.
Debemos leer el Evangelio con un deseo grande de conocer para amar.
No podemos pasar las páginas de la Escritura Santa como si se tratara de un libro cualquiera.
«En los libros sagrados, el Padre, que está en el Cielo, sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos».
Nuestra lectura ha de ir acompañada de oración, pues sabemos que Dios es el autor principal de esos escritos santos. En ellos, y de modo especial en el Evangelio, está «el alimento del alma, la fuente límpida y perenne de la vida espiritual».
«Nosotros -escribe San Agustín- debemos oír el Evangelio como si el Señor estuviera presente y nos hablase. No debemos decir: "felices aquellos que pudieron verle". Porque muchos de los que le vieron le crucificaron; y muchos de los que no le vieron, creyeron en Él.
Las mismas palabras que salían de la boca del Señor se escribieron, se guardaron y se conservan para nosotros».
Para leer y meditar el Santo Evangelio con fruto debemos hacerlo con fe, sabiendo que contiene la verdad salvadora, sin error alguno, y también con piedad y santidad de vida.
La Iglesia, con la asistencia del Espíritu Santo, ha guardado íntegro e inmune de todo error el impagable tesoro de la vida y de la doctrina del Señor para que nosotros, al meditarla, nos acerquemos con facilidad a Él y luchemos por ser santos.
Y sólo en la medida en que queramos ser santos penetraremos en la verdad íntima contenida en estos santos libros, sólo entonces gustaremos el fruto divino que encierran.
¿Valoramos nosotros este inmenso tesoro que con tanta facilidad podemos tener en nuestras manos? ¿Buscamos en él el conocimiento y el amor cada día mayores a la Santa Humanidad del Señor? ¿Pedimos ayuda al Espíritu Santo cada vez que comenzamos la lectura del Santo Evangelio?
Pueden conocer a Cristo con ese conocimiento interno que da Él, a través del Espíritu Santo, si se lo piden. Con ese amor unitivo que Él concede a las almas sinceras y honestas y no egoístas
POR LA LECTURA DEL SANTO EVANGELIO, SEAN PERDONADOS NUESTROS PECADOS.
¡AMEN!