-Esta discusión es una bobada -habló Diciembre-, está claro que yo soy el más importante. A todo el mundo le encanta que llegue yo, porque en Diciembre está la Navidad. Este árbol tan bien adornado es una prueba de lo que digo.
-Estás equivocado -replicó Agosto-. La gente me prefiere a mí. Mis días son cálidos y soleados. Y en Agosto, todo el mundo se va de vacaciones.
-¡De eso nada! -protestó Julio-. Mucha gente también se va de vacaciones mientras estoy yo.
-¡Yo soy más importante! intervino Marzo!-. Traigo la primavera, que es la estación más hermosa. Y en Marzo las flores comienzan a brotar.
-Sí, pero es en Mayo cuando están más bonitas -dijo Mayo.
Y así cada mes fue defendiendo su importancia. Uno porque en él se tomaban las vacaciones de Pascua. Otro porque en su calendario estaba tal o cual otra festividad...
-Y tú Enero -preguntaron al único mes que no había hablado-. Aún no has dicho nada.
-Es que, en mi opinión, todos somos igual de importantes -contestó.
-A ver, explícate -le dijeron.
-Veréis. Yo llego en primer lugar, y en Enero es cuando la vida comienza a germinar bajo la tierra. En Febrero la naturaleza revive. Y Marzo barre definitivamente el polvo del invierno. Abril trae algo de calor a las flores y plantas, hasta que Mayo y Junio toman el relevo. Es para entonces cuando la vegetación está llena de vida.
Siguen Julio y Agosto, que la hacen madurar gracias a la longitud y al calor de sus días y a la tibieza de sus noches. En Septiembre y Octubre llega el tiempo de las cosechas. Después los hombres necesitan reposo y por eso Noviembre alarga las noches. Por último los hombres necesitan alegría, y Diciembre trae la fiesta de Navidad.
Como veis, sin el trabajo que cada uno realiza no podrían sobrevivir los demás.
Todos los meses admiraron la sabiduría de Enero y nunca más discutieron.
Y colorín colorado...
Avellano