Si nuestros padres se hubieran planteado la vida como lo hacen ahora las jóvenes parejas, probablemente muchos de nosotros no existiríamos. Vivir es un reto que se gana a base de sobreponerse a las dificultades. La baja natalidad, que nos lleva al suicidio demográfico, es la mejor demostración de que los matrimonios en edad fértil son incapaces de superar los obstáculos que el discurrir del tiempo les presenta. Hay que aprender a afrontar, y vencer, los problemas, las condiciones adversas. El consejo más sincero que se puede dar a las nuevas generaciones adultas es el de tener hijos. Serán más felices y más completas. Y, sobre todo, ayudarán a resolver uno de los asuntos más graves que hoy ponen en jaque el porvenir de España: la baja natalidad. Sin niños no hay futuro. No se pagarán las pensiones, y hasta es posible que se borre nuestra huella en esta Tierra en la que tanto hemos amado, y a la que tanto amamos.