Me comprometo a ser paciente en mis interacciones. Si me siento irritado, tomo un momento para sosegarme. Respiro profundo y hago una pausa, recor- dando que soy uno con Dios. Desde este lugar de unidad, encuentro paciencia y respondo con amor.
También me comprometo a ser paciente conmigo mismo; no sucumbo a sentimientos de frustración y autojuicio. Recuerdo que necesito tanta amabilidad y comprensión como los demás. Si alguien más me decepciona, recuerdo ser paciente y dejar ir cualquier sentimiento negativo. Recuerdo que todos estamos haciendo lo mejor que podemos hacer. Todos merecemos paciencia y amabilidad.