La tarde agoniza en gris y en el silencio de la lágrima, aún se
puede escuchar el eco que dejó su aroma.
Es otra despedida, es una espera más, la espera dulce para darle la
bienvenida, la espera que no tiene dolor ni rencor, ya que solo sufre aquel que
jamás esperó a nadie.
Porque cuando tu mayor debilidad es el amor, te convertís en
la persona
mas fuerte del mundo.
Vuelvo a mirar la silla vacía que hasta hace unos momentos se llenaba con su
calor...
Y su pregunta invade mi memoria...
Y mi respuesta pronta al temor de alejarlo aún mas... se vuelve mas sincera
cuando ya no está.
Y no entiende entonces mi lucha, y le sonríe a mis dudas y pone
dagas a
mis preguntas.
Y por mas que su verdad a veces logra un impas en mi batalla, el sabe bien,
que solo podría rendirme el día que haya vencido...
El peleó tanto para que yo me rinda, puso en mis manos sus miserias mas
crueles, su indiferencia y su rechazo...
Me enseñó que la magia del primer amor, es nuestro desconocimiento de que
puede tener fin, mientras me mostraba su adiós apretado en su puño.
Me dijo una vez, que la peor derrota de un amor, es cuando pierde su
entusiasmo...
Que no hay que poner en juego la lealtad.
Que lograr un sueño costaba mucho esfuerzo y despertar de él era demasiado
fácil.
Es una despedida sin adiós, donde no parte ningún tren.
Porque sin decir nada se fue andando despacio.
Mis manos se quedaron sin el roce de su espalda y ese lugar donde él se
escondía de la furia... quedó sin la mirada de su tierna y apurada niñez.
...No sé bien como empezó, pero ésta vez voy a recordarlo, hasta encontrar el
camino que una tarde me trajo hasta aquí.
Pintaré de temblor nuevamente mi esquina, esperaré la próxima lluvia, pondré
una vez mas en su mesa mi vida ajena de sensaciones y apretaré en mis manos las
flores que dejaré en la tumba de su rosa.
No importa el tiempo, ni el sudor, ni el dolor...
El me enseñó a seguirlo y yo... yo ya estoy caminando.
Colaboración de Patricia
Argentina