Está helada la sangre en mis venas,
se han helado también mis recuerdos,
y, aún altiva la frente, camino
con el alma en jirones, deshecho.
Yo no tengo quien luche conmigo,
no conozco el amor verdadero,
moriré abandonado de todos
y el olvido será mi recuerdo.
Vieja torre de mi alma, vestida
con ropajes de hiedra y de invierno,
marchitados están tus rosales
y tus árboles secos y viejos.
Eduardo González Suárez
Quijote