ACUARELA
Respirabas en mí, en mí; pero muy dentro, como los tiernos brotes de una planta pequeña. El aire de tu vaho llegaba al pensamiento dándole vida al canto del pájaro que sueña.
Corrías en la sangre de mis noches ingrávidas y en los ríos crecidos de minutos sin fin, también como una lluvia perdurable de lágrimas caías en el golfo que ronda mi Delfín.
Piel rizada en la tibia caricia de otros labios, verbo de la neurosis deshecho en el trastorno. Brújula sin imán, dirigiste mis barcos en una travesía que no tuvo retorno.
El derecho al amor que ejercían tus ojos era el escrito largo de una pluma inexperta, buscando pertinaz, maravillas de un cosmos, y percibiendo sólo mi geografía desierta.
Las mágicas reuniones de mis dudas antiguas inexcusablemente llegaban como niños a desatar la enorme borrasca de tu risa sobre el casto pelambre de enero y sus armiños.
Debí cansarte mucho, sin notarlo siquiera; a los reinos de abajo mis reyes han caído. La historia de sus vidas, las sepultó la arena del médano más grande que levantó el olvido.
Humberto Garza
Quijote
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