Me resisto a creer que los años se nos vengan a instalar descarada y maliciosamente sin traer unos cuantos beneficios. Cuando nací no leí la letra pequeña y firmé contenta el pacto de vida, despreocupada, porque todavía no era ni siquiera joven. Muchas cosas dejé para después y ahora que podría hacerlas, estoy sonada porque la mirada fresca y luminosa de mi hijo me sirve de espejo cruel y me coloca en mis zapatos.
Aunque mi aspecto y mi actitud mienten descaradamente, la verdad está en los papeles. Qué duro es pararse frente a un mostrador y que la joia rubia del otro lado te pregunte los datos: 2 de septiembre del 59 (por ejemplo) -59 dijo? -PSé... ( habla más bajo imbécil! O lo tienes que publicar?) Y bueno, la tia será joven pero tiene acné en primer grado. Ah! Y el culo caído que se lo vi cuando se levantó para agarrar mi ficha. Pero oño!, tiene tiempo de sobra para arreglar ambas cosas...
Y ni te cuento cuando los nenes de veintitantos me tratan de USTED: -Oye maleducado, que yo no soy matusalén, eh? Los estúpidos se me quedan mirando y me sonríen. Seguro que piensan "Poooooooooobre".
Quienes consiguen sacar mi Maquiavelo, son los tipos que creen que me están piropeando y largan un "Qué bien está la señora!". Señora tu hermamna, capullooo!, pienso, mientras en esos momentos desearía ser una Menina de Velázquez para pasar desapercibida.
Frases monstruosas como "te mantienes bien, eh?" o " Te vistes tan juvenil" ( salida diplomática que quiere decir "Eres una hortera" ) o "Qué, duermes en formol?" resultan halagos o declaración de guerra, depende la edad de quien lo haya dicho ( o vomitado ).
Pero lo peor sucede cuando le digo a alguien que tengo tres hijos y con mala leche te dicen: -Qué joven! Juntos debeis parecer hermanos, no? -
Cuarentaytantos. No es moco de pavo. Me consuela pensar que estoy en la mejor edad para las peores cosas
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