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General: TRAMPAS COTIDIANAS QUE HACEMOS TODOS...JEJEJEJE
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: MariCristi19  (Mensaje original) Enviado: 23/06/2009 21:23
Trampas cotidianas que no nos hacen menos honorables



No, relajate, porque de lo que vamos a hablar es de esas trampas que hacemos todos, boludazas pero con una cuota de chotez que no complica la vida de los demás pero sí obliga a putear unos segundos. Que de eso también se trata existir, ya que sería horrible pasar por este mundo y hacer solamente buenas acciones.




La maldición del plato guardado en la heladera.


Imaginate esto, domingo al mediodía, recién te levantás, sobraron de la cena de anoche...Ay...



O esto!!!


Tampoco hablamos de cualquier plato, sino de aquel que contiene un tipo de alimento sabroso y/o codiciado en el ámbito familiar. Pues bien, cada tanto, al abrir la heladera para tomar agua, o directamente para morfar parte de lo que está guardado, iremos "picoteando" porciones con cierta discreción, pero jamás agotaremos la existencia de la sustancia o producto en cuestión.

Por ejemplo, si fuera la porción de torta que nos dieron en el 15 de la sobrina, el robo hormiga, a medida que el postre se vaya extinguiendo, adquirirá un perfil de proeza, ya que el desafío es impedir que el plato se pueda considerar jurídicamente vacío, ya que eso nos obligaría a dos cosas:

a) retirarlo de la heladera (y eventualmente lavarlo)

b) habilitar la posibilidad de que nos digan "Te comiste toda la torta, chancho de mierd@" (raspar la torta con una cuchara o tenedor, dejando al menos parte del mazapán que la rodeaba, nos permitirá siempre responder diciendo "¡Pero qué decís, pelotuda, si quedaba todavía!"

En esto, debe decirse en nuestro descargo lo siguiente:

a) no somos los únicos en condiciones de morfar la torta de mierd@. Si los demás se paje@n, o son unos nabos, no es nuestra culpa.

b) tortas, flanes, budines de pan, alfajores Havanna, empanadas de fontina, y otros alimentos, incrementan exponencialmente su fuerza de atracción (y se vuelven infinitamente más sabrosos) a medida que se va reduciendo la cantidad disponible.




La lunización del queso cáscara colorada.




Deriva del punto anterior. Un trozo de queso "cáscara colorada" (los tipos holanda, pategrás y otros, que llegan incluso a los quesos "cáscara amarilla", más picantones) guardado en la heladera, tenderá de manera casi inexorable a ser tallado a cuchillo de tal modo que quedará convertido en una luna en cuarto menguante.

La agonía del queso lo mostrará, en el final, convertido en una cáscara ahuecada. ¿Por qué uno, al cortar el queso sin sacarlo de la heladera, hace un tajo curvo para no tener que cortar cáscara, y afianza ese proceso? Los científicos, hasta ahora, no hallan una explicación unánime. Sociólogos alemanes que trabajaron sobre casos de este tipo atribuyen la conducta a la idea de que, de ese modo, el queso "no se termina", sensación que se sustenta en el valor simbólico de la cáscara superviviente.

Otro enigma tan grande como aquel es por qué hay personas que, aun metiendo mano y cuchillo dentro de la heladera, logran cortar el queso de manera recta. Se cree -pero no está comprobado- que se trata de sujetos con tendencias psicóticas.




La mirada a yeguas y yeguos en la vía pública.



Situación tan inevitable como incómoda, en la que, por ejemplo, una hombre que circula por la calle (a pie o en vehículo) junto a su mujer, se encuentra en la necesidad de mirar a una tercera mina que lleva un cuero impresionante, porque si no lo hace no habrá otra oportunidad, ya que la tremenda yegua es un ser totalmente desconocido y de aparición azarosa.

En casos así, la innata incapacidad de comprensión de situaciones semejantes por parte de hombres y mujeres obliga a truchísimos ejercicios de desvío de mirada hacia el culo o el tobul de el/la tercero/a en discordia, con excusas tales como "Epa, ¿aquella vidriera es nueva o qué?", "Che, ¿pero ésa no era la mina que trabajó en 'Lo que el viento se llevó'?, o (girando para ver con mayor fruición el toor que se aleja) "¡Ese es el vaquero que te estoy queriendo regalar, a ver si llego a leer la marca del que lleva la bagarta aquella!"

Psicólogos sociales creen que cuando la humanidad evolucione, será posible que un hombre le diga a su esposa "Che, tomá diez mangos, tomate un cafecito allá mientras camino cinco cuadras atrás de la morocha aquella que fijate la semejante manzana que va moviendo".




Mirar las películas de The Film Zone en las madrugadas del domingo.



De este tipo, ¿no?


Rubro en el que también entran las que, más o menos en el mismo horario, dan I-Sat, Cinemax, y algunos otros canales de cable que ponen las discutibles producciones softcore, es decir una suerte de pornos light, donde ves parejas que supuestamente se están empomando, pero sin los planos ginecológicos que prodiga el hardcore que el público pide y aplaude.

Pues bien, entre tanto gemido y musiquita de telo, tarde o temprano aparece la inspección marital, que segundos antes de agarrarnos en plena observación pecaminosa, neutralizamos con un oportuno cambio de canal, aterrizando en las transmisiones de boxeo de Space, como bien nos señala el lector Martín Chapu (inventor del Averno Pub) en un correo reciente. En ese contexto, se dan penosos diálogos:

Ella: ¿Qué estás mirando?

El: ¿Mirando de qué?

Ella: No te hagas el pelotudo, Mario.

El: ¿¿Mirando de qué??

Ella: Qué estabas mirando recién.

El: La pelea, ¿por?

Ella: Se escuchaban gemidos.

El: ¿Eeeh?... ¿Gem... Ah, sí. Nooo, si no sabés lo que es el boxeo hoy. Yo sabía que íbamos a terminar así. Los árbitros tienen la culpa. Primero permitieron que se peguen en los clinchs, después hicieron la vista gorda con los cabezazos, luego perdonaron las piñas a las bolas, ¡y ahora esto! Tenés que ver el negro cómo lo agarró al húngaro, le cabeceó la jeta, lo dio vuelta y ahí nomás se la mandó a guardar y le entró a dar bomba, y bomba, y bomba, y bomba...




La pesada herencia papelera.



Otro misterio. ¿Por qué odiamos poner un rollo nuevo de papel higiénico en el cosito del baño reservado para que el pelpa gire?

Nadie sabe darle al asunto una explicación sólida e incuestionable, pero el caso es que cuando usamos el baño y llega el turno de limpiarnos, si concluimos la faena y queda un último pedacito de papel, no lo utilizamos. Aunque en el rollo de cartón quede adherida una superficie papeleril apenas superior a la de la uña del dedo meñique, no ponemos papel nuevo.

Y el que viene, obviamente, putea pero no puede decir nada, ya que técnicamente uno "dejó el rollo todavía con algo".




La guerra fría de la impresora.


Cargar la impresora, una tarea humillante que sólo cabe a belitres o sodomitas profesionales

Y ya que hablamos de papel, qué decir de la guerra fría que se desata cuando en una oficina hay una sola impresora que es usada por todo el personal del sector. Cuando cualquiera de los empleados camina hasta la máquina para retirar un trabajo enviado desde su computadora, y se encuentra con el mensaje que avisa que ya no hay hojas en la bandeja, se vuelve una cuestión de honor no hacer la carga de papel.

El desgraciado volverá a su escritorio con aire casual, haciendo todo lo posible para que no se note que se cagó en todos. Luego, otros concurrirán a la impresora buscando sus trabajos, y asumirán idéntica actitud. Resultado: todos terminan mirándose de reojo, esperando a ver quién será el pelotudo que finalmente abrirá uno de los paquetes de A4 para destrabar el conflicto. Si lo hace el jefe, es un triunfo colectivo. Si lo hace otro laburante, todos tendrán por seguro que es la rata más miserable e insignificante del planeta. Alguien sin honor, al que hay que enhebrarle la mujer sin ningún remordimiento.

En casos extremos, la intransigencia simultánea puede paralizar una empresa por semanas.
 
                                               MariCristi



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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: MERRY Enviado: 23/06/2009 22:05
 
 
 
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