ALARGABA LA MANO Y TE TOCABA...
Alargaba la mano y te tocaba. Te tocaba: rozaba tu frontera, el suave sitio donde tú terminas, sólo míos el aire y mi ternura. Tú moras en lugares indecibles, indescifrable mar, lejana luz que no puede apresarse. Te me escapabas, de cristal y aroma, por el aire, que entraba y que salía, dueño de ti por dentro. Y yo quedaba fuera, en el dintel de siempre, prisionero de la celda exterior.
La libertad hubiera sido herir tu pensamiento, trasponer el umbral de tu mirada, ser tú, ser tú de otra manera. Abrirte, como una flor, la infancia , y aspirar su esencia y devorarla. Hacer comunes humo y piedra. Revocar el mandato de ser. Entrar. Entrarnos uno en el otro. Trasponer los últimos límites. Reunirnos.....
Alargaba la mano y te tocaba. Tú mirabas la luz y la gavilla. Eras luz y gavilla, plenitud en ti misma, rotunda como el mundo. Caricias no valían, ni cuchillos, ni cálidas mareas. Tú, allí, a solas, sonriente, apartada, eterna tú. Y yo, eterno, apartado, sonriente, remitiéndote pactos inservibles, alianzas de cera.
Todo estuvo de nuestra parte, pero cuál era nuestra parte, el punto de coincidencia, el tacto que pudo ser llamado sólo nuestro.
Una voz, en la calle, llama y otra le responde. Dos manos se entrelazan. Uno en otro, los labios se acomodan; los cuerpos se acomodan. Abril, clásico, se abate, emperador de los encuentros. ¿Esto era amor? La soledad no sabe qué responder: persiste, tiembla, anhela destruirse. Impaciente se derrama en las manos ofrecidas. Una voz en la calle....Cuánto olor, cuánto escenario para nada. Miro tus ojos. Yo miro los ojos tuyos; tú, los míos: ¿esto se llama amor?
Permanecemos. Sí, permanecemos no indiferentes, pero diferentes. Somos tú y yo: los dos, desde la orilla de la corriente, solos, desvalidos, la piel alzada como un muro, solos tú y yo, sin fuerza ya, sin esperanza. Idénticos en todo, sólo en amor distintos. La tristeza, sedosa, nos envuelve como una niebla: ése es el lazo único; ésa la patria en que nos encontramos. Por fin te identifico con mis huesos en el candor de la desesperanza. Aquí estamos nosotros: desvaídos los dos, borrados, más difíciles, a punto de no ser....¿Amor es esto? ¿Acaso amor es esta no existencia de tanto ser? ¿Es este desvivirse por vivir? Ya desangrado de mí, ya inmóvil en ti, ya alterado, el recuerdo se reanuda. Se reanuda la inútil existencia.... Y alargaba la mano y te tocaba.
Antonio Gala
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