viernes, 17 de julio de 2009
En medio "de la nada" pero llenos de todo, al menos de tranquilidad y valores humanos, vive una comunidad de familias de varios países latinoamericanos en un campo cerca de la entrada a San Rafael, por la ruta 143 que une a esta ciudad con la capital provincial.
"La idea motora, explicó uno de los integrantes del grupo, fue recuperar los valores que tenían nuestros abuelos y formar un grupo autosustentable. Queremos lo mejor para nosotros y nuestros hijos y que ellos conozcan lo que es vivir con libertad, sin condicionamientos como la inseguridad y la vorágine de las grandes ciudades".
Con muchos contratiempos pero con una visión muy clara de lo que deseaban, se lanzaron desde Estados Unidos, donde se conoció la mayoría de ellos, a buscar un lugar que, pensaron, tenía que ser en la Argentina.
"Recorrimos muchos lugares, llegamos a San Rafael y conocimos este campo. Juntamos nuestros ahorros y compramos a don Esteban Litia 400 hectáreas y empezamos...", sonrieron al recordar.
El primero de los obstáculos que debieron enfrentar fue la búsqueda de agua. La encontraron con una perforación de 140 metros de profundidad, cuando pensaban conseguir resultados a los 70 metros. "El pocero que trabajaba llegó a los 80 ó 100 y quería abandonar. ?No hay forma muchachos', nos dijo. Pero nosotros insistimos y llegó el momento de la primera alegría. Encontramos agua".
Ahí empezó en realidad a funcionar la idea e inmediatamente comenzaron a desarrollar el proyecto que en la actualidad incluye seis módulos habitacionales (pequeñas casas con dormitorios y baño), un salón comedor, o más bien de usos múltiples, una lavandería común y también una cocina donde ayer algunas de las mujeres de la casa (Karina, Olga Lucía y María Mercedes) elaboraban pizzas para el almuerzo y galletitas de chocolate para los 13 chicos que integran el conjunto.
"Ahora están de vacaciones", destacaron, mientras se escuchaba a los más pequeños disfrutar de una pantalla gigante con un video juego de última generación.
Todas las respuestas a la visita de periodistas fueron consensuadas previamente. "El respeto por nuestras individualidades es fundamental para la convivencia", destacaron Guillermo (46), Luis (27) y Fernando (32). "Si alguien no quiere responder o por el contrario quiere participar es libre de hacerlo y se respeta su decisión", aclararon.
Y así colombianos, mexicanos, argentinos y pronto algunos venezolanos viven una experiencia que ellos definen como "única". "Nos hemos integrado muy bien. Aquí no hay xenofobia, al contrario, rápidamente fuimos aceptados y muy bien tratados por nuestros vecinos", destacaron.
Recordaron que al hacerse cargo de la propiedad e instalar una carpa como única contención para comenzar con las obras, un vecino les acercó una inmensa fuente con uvas en forma de bienvenida. "Desde ese día siempre han estado interesados en nuestro bienestar", aseguraron.
Tampoco los chicos que debieron ingresar a las escuelas primarias y polimodales de San Rafael sufrieron rechazo o discriminación. "Inmediatamente fueron integrados a los grupos y recibieron todo tipo de atenciones de sus compañeros y docentes. Ese momento fue muy lindo, emotivo, cálido", señalaron. También aclararon que no forman parte de ninguna sexta ni grupo religioso. "Tenemos en común que somos todos católicos, pero nada más".
Y ese campo de jarillas, algarrobos, chañares y otra vegetación típica de Mendoza pasó a albergar a este contingente de individuos que busca nada más que "paz y recuperación de valores humanos".
Otra de las ideas motoras del proyecto es llegar a autosustentarse y así es que han comenzado a trabajar una parte del campo donde han incorporado riego por aspersión, armado por ellos mismos, para regar un campo de papas. Este año ya cosecharon una importante cantidad que está a resguardo en un frigorífico.
Y entre risas recordaron los inconvenientes hasta encontrarle la vuelta. "Yo soy ingeniero electromecánico y hay docentes y otros profesionales, pero cebollas y papas, no habíamos plantado nunca", destacó Guillermo. "Las cebollas nos fallaron en gran parte porque les faltó agua. No porque no tuviésemos sino porque no sabíamos la cantidad que necesitaban".
También hicieron experiencia con maíz y hoy han optado por cultivar una pequeña huerta familiar-comunitaria para autoabastecerse de las verduras diarias.
Otro de los proyectos encarados y a punto de ser puesto en marcha es la crianza de gallinas. Tienen un gallinero familiar de donde nutren su mesa, pero esperan en los próximos días la llegada de 2.000 gallinas que cuidarán en instalaciones especiales que han construido.
"Estamos felices pese a los contratiempos, como lo es el altísimo costo de la energía eléctrica que estamos tratando de resolver. Por ahora seguiremos trabajando y llevando adelante esto que creemos es nuestra vida", confiesan.