Cuando los aliados liberaron el campo de concentración de Ravensbrück al término de la Segunda Guerra Mundial, se encontró un pedazo de papel de envoltorio en el que una prisionera había garabateado las siguentes líneas:
“Señor, no te acuerdes solamente de los hombres y mujeres de buena voluntad, sino también de los de mala voluntad. Pero no te acuerdes de todo el sufrimiento que nos han infligido; acuérdate de los frutos producidos en nosotros gracias a ese sufrimiento: nuestra confraternidad, nuestra lealtad, nuestra humildad, nuestro valor, nuestra generosidad, la magnanimidad que brotó de nuestro corazón a raíz de todo esto. Y cuando les llegue la hora del juicio, que todos los frutos que dimos sean su perdón.”
(Historia veridica de autor desconocido)