lunes, 17 de agosto de 2009
"¿Necesitas ayuda?", dijo una voz con acento extranjero. El niño echado sobre la vereda, y mirando debajo de un puente, levantó la cabeza y respondió: "No, gracias. Busco a mi choco que siempre se mete en la cuneta". El hombre no resistió la curiosidad y preguntó: "¿choco?, ¿cuneta?" Con la explicación del niño no sólo aprendió que son los sinónimos mendocinos de "perro" y "acequia" sino también que la calle es un buen complemento a su aprendizaje del castellano.
Experiencias como ésta viven muchos diplomáticos en Mendoza, quienes llegan para aprender o reforzar su conocimiento del castellano. Desde hace varios años nuestra provincia es el destino preferido de embajadores que llegan aquí no sólo aprender otra lengua sino también para vivirla.
"Esto existe desde hace 20 años pero es un trabajo muy silencioso. Para ellos es un aprendizaje alejado del entorno de trabajo. Sólo así se involucran en el ámbito del español", explica Samiah Hassan, coordinadora de los cursos de español que dicta el Centro de Español como Lengua Extranjera (CELE) y que funciona en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo.
¿Por qué Mendoza? es una pregunta con más de una respuesta. Por un lado está el prestigio que fue ganando la Universidad Nacional de Cuyo en sus cursos de idioma, y por el otro aquí pueden experimentar la lengua en una ciudad que no es tan grande como Buenos Aires pero sí lo suficiente como para aportar diversidad social y cultural al aprendizaje.
Una vida simple
"Aquí hacen un cursado intensivo de español, que dura un mes. Se instalan exclusivamente para eso, incluso recién llegados a la Argentina", señala Samiah. La intensidad del curso les lleva varias horas al día en clases particulares y tener varios profesores para un solo estudiante es el único privilegio que poseen.
Los diplomáticos viven aquí en casas de familia y sin contacto con su lengua natal. "Hacen la misma vida que un estudiante extranjero. No hacen pedidos especiales", aclara Hassan.
El perfil bajo es la primera consigna a respetar. Cualquiera que haya ido a un comercio y se topó con un extranjero pensando que era un turista, quizá sin saberlo haya estado en presencia de un diplomático de alto rango. "Por seguridad no se anuncia que están acá. Así se muevan solos por la ciudad y se integran a la vida social de la familia", añade Hassan.
Así, con jean y zapatillas, los diplomáticos se toman el trole a la universidad o se van al supermercado. "Eventualmente toman un taxi pero si no muchos optan por caminar, ya que nunca viven en zonas alejadas del Centro".
Fuera de la responsabilidad académica, se les asignan tareas como recorrer algunos lugares de interés como museos o salas de arte en la ciudad y a la vez se los incentiva a recorrer y percibir como es la gente y la cultura local.
El vino y la montaña también sumaron puntos a la hora de transformar a estas tierras como centro de formación idiomática. Muchos aprovechan el tiempo libre para visitar zonas como Potrerillos y practican diálogos en sus visitas a bodegas.
Si ya era curioso que cambiaran su ritmo de vida por unas semanas, también es llamativo el sistema para incorporar la lengua: si vienen en pareja, se alojan por separado y no comparten clases de idioma, así se evita caer en la tentación de volver a la lengua de origen. Mientras tanto los cónyuges se incorporan a otras clases de castellano, junto a los estudiantes extranjeros que llegan cada año.
Gusto a poco
Cuatro semanas de clases, de convivir con una familia que no es la propia y recorrer la ciudad no es mucho tiempo y por eso muchos se van afirmando que les gustaría volver y repetir la experiencia.
"Una vez que se van no seguimos en contacto académico. Algunos han presentado la inquietud de volver pero no es más que una expresión de deseo", afirma Hassan. Eso sí, vuelven para Vendimia y otros regresan para hacer alguna actividad de montaña.
La mayoría de los diplomáticos que estudian español en Mendoza vienen de países de habla inglesa como el Reino Unido -con quien se tiene la mayor tradición- Canadá, Australia y Nueva Zelanda. También vienen algunos de Estados Unidos y de otros países de habla no inglesa como Francia o Alemania.
"No todas las embajadas mandan aquí a su gente pero si vienen varias. Además no todos los diplomáticos llegan con los mismos niveles de español y no todos son del mismo rango", señala la docente.
Los cursos que se dictan no sólo le brindan prestigio a la Facultad sino también buenos ingresos. "Son cursos intensivos y a medida. Son clases individuales con cuatro profesores y muchas veces orientadas a temas muy específicos como economía o política", aclara Samiah Hassan. ¿Otras provincias no ofrecen lo mismo?
"La Universidad de Buenos Aires es muy fuerte en su enseñanza y aun así vienen acá. Creo que quedarse en Buenos Aires les impide despegarse del trabajo como lo hacen aquí. Igualmente otras embajadas forman a sus enviados allí", agrega.
Ninguno llega sin saber qué es Mendoza pero se sorprenden por el paisaje y la ciudad. "Se asombran por la magnitud de las montañas y muchos ingleses y australianos conocen los vinos", apunta Hassan. Pero no todo es asombro y aprendizaje. También hay cierta crítica a la vida que llevamos".
No han mencionado nunca el tema de la seguridad pero quizá sea porque muchos ya han estado en zonas que son realmente inseguras. Lo que sí mencionan es el tema del transporte público. Los confunde y les parece lento, pero fuera de eso no cuestionan mucho en general la ciudad", asevera Samiah y agrega casi en tono divertido que a la Universidad sólo le cuestionan la velocidad de la conexión a Internet.
"Nos estamos dando cuenta ahora el prestigio que estamos cobrando en el exterior. También desde hace dos o tres años hemos tenido el reconocimiento de la universidad por el dictado de clases. Pero no abusamos de los enlaces diplomáticos y excepcionalmente los utilizamos para algo", aclara la coordinadora de CELE.