Hoy domingo ha sido un día especialmente complicado, esta semana ha sobrepasado mis límites y me ha enredado nuevamente en estos pensamientos que intentaba borrar de mi cabeza.
He vuelto:
- A sentir la necesidad de una llamada durante la hora de trabajo, quizá a mitad del día o simplemente en cualquier momento.
- A llorar cuando hay demasiado stress y nadie con quien conversarlo.
- A alegrarme cuando abro el celular y veo su nombre en la pantalla.
- A no dormir bien.
- A reclamar tiempo porque realmente necesito conversar.
- A rogar que se pare del sillón para poder hablar conmigo bien.
- A valorar muchísimo un “te amo” aunque sea antes de ir a dormir.
De pronto la vida me da, no solo trabajo, sino demasiado trabajo y me vuelvo loca con los tiempos, trabajo sábados y domingos y no importa nada porque sé que me gusta y sobretodo sé que podré llegar a casa y verla, sentirla y besarla. El problema es que aún no está en casa, aun no hay una casa, no hay un lugar para besarla o abrazarla. Y en las dos casas hay gente que no deja que ese momento se dé aunque sea por teléfono.
Nunca tuve idea de lo feliz que me podía hacer escuchar una voz al otro lado del teléfono, el poder renegar con alguien, decirle todo lo que me ha pasado en el trabajo ese día y sobretodo gritar que tengo hambre, sueño y ganas de hacer pichi.
Pensé que darse espacio era lo mejor y ahora solo ruego que en medio del stress del día de trabajo, entre castings, guiones y filmaciones, mi celular vibre y me permita escuchar su voz preguntándome como estoy y recordándome lo mucho que me quiere y extraña. Ahora solo espero las noches para poder verla fuera del trabajo, sonreírle y pasear con ella sin preocuparme de la hora, de qué se nos antoja comer, no me interesa nada solo quiero pasear con ella hasta que la noche nos coma.
Espero con ansias el momento de ese abrazo o esas conversaciones largas e interminables que, por alguna razón, ya no se dan, porque hay que dormir, trabajar, comer o simplemente hay gente alrededor y mucha flojera.
Intento no volverme loca por un cuerpo que me provoca aunque no esté cerca y por una boca que me hace falta así no le haya sentido sabor semanas enteras. Mi cordura ya no soporta tanto tiempo sin verla, escucharla y sentirla. Puedo con alguna de las tres cosas pero las tres juntas se convierten en pensamientos insanos a mitad del día.
Si ella me otorgara una hora diaria para conversar solo conmigo, la partiría en fracciones de dos minutos así me alegra la vida 30 veces al día.
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