—Pues me la comí, tenia hambre —le dice el tipo.
El judío le dice:
—Muy mal, muy mal. Nosotros los judíos pelamos la manzana y con la cáscara hacemos un vino delicioso, luego la partimos en dos, nos comemos una mitad y el resto la repartimos entre la familia, luego las semillas las vendemos en el mercado y si nos sobran las sembramos en la casa. ¿Te das cuenta? No nos damos el lujo de desaprovechar lo más mínimo de cada alimento. Así somos nosotros, te daré otra oportunidad. Toma este chorizo y vuelve mañana.
El tipo salió que se lo llevaba el diablo, y regresó al día siguiente.
"Muy bien", le dice el judío, "¿qué hiciste con el chorizo? "Bueno señor" —responde el muchacho—, "con la cuerdita que ataba el chorizo me hice unos cordones para mis zapatos, con el pedazo de metal que traía en la punta hice una medallita para su hija, luego partí el chorizo en rodajas, me comí un pedazo y el resto lo repartí entre mi familia y los pobres".
—Muy bien —dice el judío— y... ¿qué hiciste con el forro del chorizo?
—Fabriqué un condón y me cogí a su hija y aquí le traigo la lechita para que se haga un cafecito, ¡¡viejo mamón!!!