El feminismo ha hecho cambiar los cuentos - Disney ofrece ahora historias de igualdad
Las princesas vuelven a estar de moda. Regresan los palacios y los trajes de ensueño, las coronas y las brujas. Pero los nuevos cuentos de hadas muestran una diferencia: las princesas ya no son damiselas en apuros. Sometidas al revisionismo del feminismo y de los padres preocupados por los valores que les inculcan a sus hijas, las nuevas princesas son distintas. No esperan a que el príncipe las salve. Ellas mismas se embarcan en sus propias aventuras y se preocupan por su sustento.
Es el caso de la nueva película de la factoría Disney, Tiana y el sapo, estrenada en Estados Unidos el pasado 11 de diciembre y que llegará a las pantallas españolas el 5 de febrero.
Habían pasado 11 años desde que Disney estrenara su ya penúltima película con una princesa como protagonista, Mulan. Después de más de una década, la gran factoría decidió producir el cuento de Tiana, una joven sobre cuyos hombros descansa ahora el pasado, el presente y el futuro del imperio Disney.
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El pasado, porque es un largometraje animado a la antigua usanza, dibujado a mano, con interludios musicales, y que ignora intencionadamente las nuevas tecnologías que ha perfeccionado la animación por ordenador. El presente, porque Tiana es una joven de hoy en día, perteneciente a una minoría racial, valiente y con los pies en el suelo. Y el futuro porque Tiana es la primera en el advenimiento de una legión de princesas modernas.
La de Tiana es otra historia. La princesa se casa con el príncipe, sí. Pero no deja que nadie la retire. Con los ahorros de toda su vida, almacenados en latas de café, monta un pequeño negocio, un bar, que regenta junto a su marido. Es la sociedad de la igualdad de oportunidades. La conciliación llevada a la pantalla. Por fin, las niñas pueden seguir soñando con ser princesas, sin que sus madres queden horrorizadas por la imagen que esos sueños proyectan.
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Un alivio para muchas madres. Entre ellas, la escritora Peggy Orenstein, cuya hija, Daisy, tiene seis años y medio. Hace un par de años, a Orenstein le preocupaba lo que un personaje como Ariel, la sirenita, le pudiera enseñar a su niña
A las princesas Disney, como a muchos otros productos infantiles, hay que verlas desde el punto de vista de los niños. Por lo tanto, hay que dar más importancia al simbolismo y a la narrativa inherente que al contexto histórico. En ese sentido, Cenicienta pudo ser, en realidad, una triunfadora. De limpiar escaleras pasó a heredar un trono. Tiana, es cierto, se queda en un éxito más modesto y más tranquilo: abre un bar con su marido. Dados los tiempos que corren para las monarquías, puede que su final sea mucho más feliz que el de Cenicienta y que el de cualquier otra princesa
ElPais -DAVID ALANDETE