Libertad y amor
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El sentido de la libertad es el amor. San Agustín enseña aquel famoso aforismo: "Ama y haz lo que quieras" pues la "libertad es caridad" , y Santo Tomás apostilla que "la perfecta caridad proviene de la libertad" la raíz de esta relación está en la insuprimible relación de la libertad al bien, que sólo en el amor alcanza su plena realización . No es la libertad indiferencia hacia todos los bienes, o todas las posibilidades, sino que se realiza al alcanzar el bien, el amor, la perfección, si no se esclaviza. ". Donde no hay amor de Dios, se produce un vacío de individual y responsable ejercicio de la propia libertad: allí -no obstante las apariencias- todo es coacción. El indeciso, el irresoluto, es como materia plástica a merced de las circunstancias; cualquiera lo moldea a su antojo .
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Es tan importante conocer a Dios para poder conocer al hombre, como hemos repetido muchas veces. En concreto, respecto a la libertad. Dios es libre, porque es Amor y porque es Vida. La libertad como acto puro es el fundamento de la libertad creada que participa de ese Acto, y por ello es libre, creativa, ambiciosa, ascendente, fuerte, irrenunciable, insatisfecha con todo lo que sea caduco, porque aspira al amor eterno, a la comunión con Dios mismo, a participar en la corriente trinitaria de amor de las Tres personas divinas que se aman y se dan libremente por toda la eternidad en un ahora perpetuo. El hombre es alguien, irrepetible, único, con una sola vida para vivir, que comienza, pero no termina. Ante Dios quiere decir, que aunque sea necesario vivir en sociedad y la cultura lo determine en buena parte, lo esencial es la actitud que tome "a solas con Dios" interrogado por el que todo lo sabe, pero con mirada paternal, exigente, y tan amorosa que ayuda con gracias que llegan antes de ser pedidas, y, por supuesto siempre que se las pide, es más que perdona cuando el hombre pierde la libertad amante cambiándola por la libertad errante del pecado. Dios que está en la intimidad íntima del hombre, en el sagrario de su conciencia hablando, suavemente, o a voces, pero siempre con silbos amorosos. La respuesta la que marca la responsabilidad, que hace esposo de la acción libremente elegida. Y ¿qué pide Dios? pide, mendiga, amor sincero, amor gratuito que haya superado las mil máscaras del amor propio. ¿Hasta dónde? Siempre hay un más arriba, el límite es amar como Cristo amó y ama. Además, para siempre. Algo imposible para los que quieren reducir el hombre a lo caduco. Y la muerte pasa de castigo a puerta abierta a la eternidad en perfecta posesión de la belleza, de la vida, del amor que sólo Dios puede dar, pues se da Él mismo. El mismo infierno es una autoexclusión del amor divino que rechaza en la obstinación del pecado la llamada gracia suficiente para salvarse en la vida, es decir, la libertad, del amor total.
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