“Al Sr. De Narvoulis empezaría por borrarle ese feo feo chancro que le asoma por el cuello -producto de las malas costumbres- con ácido clohídribórifénílico y baños de siete horas de sal gruesa, locoto y romero. Una vez desgajada y descascarada la totalidad de la epidermis del sujeto, se la reconstituímos capa por capa con cataplasmas de azúcar negro mezclado con témpera roja, para mantener el tinte rubicundo del paciente. Luego corregiría el “Cráneo de Frankenstein”, redondeando esos feos bordes cúbicos superiores (feo feo) con lija de esmeril. Es un procedimiento que lleva su tiempo porque se hace totalmente a mano. Lijás, lijás, lijás hasta que te cansás. Ahí te dormís una siesta o te comés un sánguche. Y empezás de nuevo. Le das le das, le das, le das. Y ahí te vas a dormir, te tomás unas vacaciones o un año sabático y a la vuelta seguís. Le das, lijás, le das, lijás, lijás, lijás, lijás, lijás, lijás, hasta conseguir un redondeamiento normal y proporcionado para que parezca un ser humano normal. Si te pasás un poquito, produciendo el “arco craneal hacia dentro” que queda tan feo, se le rellena con porcelana fría y lo que sobra se usa para rellenarle esos pocitos que tiene inseminados en la cara (producto de las malas costumbres). Luego continuaría con un borramiento de patas de gallo, con ayuda de rayos láser, “X”, gamma, y UV, o bien se los cavaría más a fondo -con buril- hasta cortar los ligamentos ópticos y replegar los ojos hacia fuera, y de ese modo disimular la “mirada de psicópata” que sólo se trata de este modo o con un prolongado tratamiento psicofarmacológico (pero entiendo que el Sr. De Nargule se tiene que presentar a una especie de concurso y no tiene tiempo). O cosiéndole los párpado o realizando unas anteojeras de carne con la piel desgajada sobrante en el procedimiento anterior, o con ácido. No sé, algo hay que hacer. Con la mirada esa de psicópata. No sé, no me gusta. Me pone nervioso. (Lo mira de reojo) No sé, no sé. No me gusta. Después, seguimos con lo usual, blefaroplastia, rinoplastia, papadoplastia, pupoplastia, rellenamiento de interior de boca (hay abundancia de piezas dentarias faltantes), máscara definitiva, aplicación de brackets pero no en los dientes sino por afuera para enderezarle la sonrisa que también es medio de psicópata. (Pausa) No sé. Me pone nervioso. Por fin, extirpación de oreja, que son demasiado grandes, aparte la oreja está probado que no sirve para nada porque el oído está adentro de la cabeza –aparte para lo que hay que oir-, yo al 100 % de mis pacientes le estoy recomendando extirpación de oreja O-BLI-GA-TO-RIA por rutina, aunque también es cierto que la rutina te mata, capaz que a éste para romper la rutina le sacamos una oreja sola o le ponemos las dos del mismo lado. Con ácido. (Lo mira de reojo una vez más) No sé, no sé, no me gusta. ¿Podemos ver otro paciente?”
“Al Sr. Kreimer, en vez de arreglarle los “Ojos de Marty Feldman” que es medio difícil y yo estoy semi-retirado, lo que haría sería acomodarle el resto de la cara, rempujando la parte del medio para dentro con ayuda de un mortero (pero no demasiado porque entonces se quedaría bizco), pero para no perder esa característica nariz aguileña se la mantendría fija en un punto determinado del espacio con ayuda de una morsa (quirúrgica). Luego sí, le realizaría un respingamiento de la misma por medio de brackets nasales porque la nariz aguileña como que no va. Cambio de peluca pelo por pelo, sacándole los de él y volviéndoselos a poner pero en la antípoda de la cabeza (“autotrasplante capilar”), para remover un poco los sedimentos del cuero cabelludo. Blefaroplastia, papadoplastia, pupoplastia y codoplasia en todo el cuerpo, con anestesia local escalonada, o sea: le anestesiás el párpado y le operás la papada, le anestesiás la papada y le operás el pupo, le anestesiás el pupo y le operás el codo y así, para que se haga hombre. Cerramiento de “Boquita de Pepe Biondi” por medio de ganchos atados a una roldana fijada con grampas al techo, y pedirle que no se mueva de ahí (se le puede indicar el lugar con una cruz dibujada en el piso, con marcador indeleble quirúrgico) porque entonces hay que empezar de nuevo y para empezar de nuevo estoy yo, ¡ja! justo cuando estoy semi-retirado, ¡ja!, por favor, ¡ja! Si este procedimiento le trae problemas en el habla se le puede injertar una “Silla de Stephen Hawking”, o una “Pizarra de Laura Ingalls”, lo que salga más barato. Luego, ensanchamiento de quijada ya que las proporciones áureas de la época esa de los griegos nos dicen que el ancho de la mandíbula debe superar unos centímetros el ancho del cuello y no al revés, como en este caso. Yo recomiendo, en lugar de agrandarle la mandíbula, agregarle dos o tres más mandíbulas, de gente que no la necesite, por ejemplo gente débil de carácter como secretarios privados o weblogueros o vicepresidentes de cosas y luego unirlas por medio de pequeñas rebarbas de Poxi-Ran (que aparte pega bien). Quedará una especie de ala membranosa de murciélago pero de la cara, o un mentón de Popeye diseñado por Marta Minujín, que resultará un poco impresionante pero entiendo que el paciente se está por presentar en una suerte de campeonato de Freaks así que no jode. No era la idea, yo quería ponerlo más normal pero salió así. Lo arreglaría pero estoy semi-retirado, ¡ja!, para arreglar cosas estoy yo, ¡ja! (Lo mira de reojo) No sé, igual tiene algo que no me gusta. No sé, no sé. Me desasosiega. ¿Un paciente más normal no hay?”
“La Srta. Zuberbüler amerita un tratsmiento en la “Boquita de Chupar Limón” que ostenta en forma permanente, por medio de inyección de Valium, tilo y laxantes en los labios (65 cl por vez) cada doce minutos por lo que le resta de vida. Otra alternativa es decirle que coma más dulces o que no se tome todo tan así, que le va a dar un patatús. Luego, abrimiento de ojos (se le puede encajetar ADN del Sr. Kremlin, que los tiene bien abiertitos) por medio de “Casco Ludovico” o internación en Clínica para Gente que Cierra los Ojos con el Flash, que algo de su parte tiene que poner. O bien se le aplican –quirúrgicamente- monóculos de plexiglás con aumento, para que parezcan más grandes, porque parece que estuviera como desconfiando y entiendo que se está por presentar a un Torneo de algo y no puede ir con esa cara. Le extraería cachos de carne de acá, de acá y de acá. Y de acá. (Mira) ¿A ver? Y de acá. Y de acá, de acá, de acá, de acá, de acá, de acá, de acá, de acá, de acá, de acá, de acá, de acá, de acá, de ac… (Recibe un electroshock) ¡Ay! No, ya está bien. Es más, me pasé, le pondría de nuevo este cacho y este cacho. Y este otro. ¡Uy! Se cae. No se pega. Bueno, después lo arreglamos, con gel de baño y moco quirúrgico y engrampadora. Blefaroplastia, rinoplastia, papadoplastia, puoplastia, meniscoplastia, lóbuloplastia, nucoplastia, patilloplastia, uñoplastia, encíoplastia, enrellenamiento de huecos con telgopor, recambio total de piezas dentarias por trocitos de porcelana de Limoges y permanente virtual porque el perfil no da con el tocado “emo” (sí, un cirujano plástico tiene que estar atento a las nuevas tendencias). Luego escultura láser o “peeling tridimensional” de la quijada para hacerla menos de que parece que te está apurando, lo mismo que parálisis inducida (por medio de hypnosis) de “Dedos de ‘Qué te Pasa, só pesado só, gato, lavatáper’” o bien extirpación de los mismos. ¿Le sacamos un cacho de carne? ¿De acá, de acá, de acá, de ac…? (Electroshock) No, no, me equivoqué, se los ponemos de nuevo. Ahí. A ver. Señorita, páseme la plasticola o los imanes de heladera. A ver si se quedan. No se quedan. Se me caen. Bueno, después vemos. Luego, implantación de tooooooodo lo que se sacó hasta ahora hasta pasarse un poquito, luego extirpación hasta pasarse un poquito, luego implantación y así y asá para un lado y para el otro hasta llegar a un punto de equilibrio o bien entrar en un bajón personal porque no te están saliendo tus “proyectos”. Por fin, inyección de cosas varias al azar, y le sacamos un cacho de carne de ac… (Electroshock) No, ta bien. (La mira de reojo) Igual mucho no me gusta, es medio rara. ¿Más pacientes no hay?”
“Al Sr. Kreimer, en vez de arreglarle los “Ojos de Marty Feldman” que es medio difícil y yo estoy semi-retirado, lo que haría sería acomodarle el resto de la cara, rempujando la parte del medio para dentro con ayuda de un mortero (pero no demasiado porque entonces se quedaría bizco), pero para no perder esa característica nariz aguileña se la mantendría fija en un punto determinado del espacio con ayuda de una morsa (quirúrgica). Luego sí, le realizaría un respingamiento de la misma por medio de brackets nasales porque la nariz aguileña como que no va. Cambio de peluca pelo por pelo, sacándole los de él y volviéndoselos a poner pero en la antípoda de la cabeza (“autotrasplante capilar”), para remover un poco los sedimentos del cuero cabelludo. Blefaroplastia, papadoplastia, pupoplastia y codoplasia en todo el cuerpo, con anestesia local escalonada, o sea: le anestesiás el párpado y le operás la papada, le anestesiás la papada y le operás el pupo, le anestesiás el pupo y le operás el codo y así, para que se haga hombre. Cerramiento de “Boquita de Pepe Biondi” por medio de ganchos atados a una roldana fijada con grampas al techo, y pedirle que no se mueva de ahí (se le puede indicar el lugar con una cruz dibujada en el piso, con marcador indeleble quirúrgico) porque entonces hay que empezar de nuevo y para empezar de nuevo estoy yo, ¡ja! justo cuando estoy semi-retirado, ¡ja!, por favor, ¡ja! Si este procedimiento le trae problemas en el habla se le puede injertar una “Silla de Stephen Hawking”, o una “Pizarra de Laura Ingalls”, lo que salga más barato. Luego, ensanchamiento de quijada ya que las proporciones áureas de la época esa de los griegos nos dicen que el ancho de la mandíbula debe superar unos centímetros el ancho del cuello y no al revés, como en este caso. Yo recomiendo, en lugar de agrandarle la mandíbula, agregarle dos o tres más mandíbulas, de gente que no la necesite, por ejemplo gente débil de carácter como secretarios privados o weblogueros o vicepresidentes de cosas y luego unirlas por medio de pequeñas rebarbas de Poxi-Ran (que aparte pega bien). Quedará una especie de ala membranosa de murciélago pero de la cara, o un mentón de Popeye diseñado por Marta Minujín, que resultará un poco impresionante pero entiendo que el paciente se está por presentar en una suerte de campeonato de Freaks así que no jode. No era la idea, yo quería ponerlo más normal pero salió así. Lo arreglaría pero estoy semi-retirado, ¡ja!, para arreglar cosas estoy yo, ¡ja! (Lo mira de reojo) No sé, igual tiene algo que no me gusta. No sé, no sé. Me desasosiega. ¿Un paciente más normal no hay?”
“La Srta. Zuberbüler amerita un tratsmiento en la “Boquita de Chupar Limón” que ostenta en forma permanente, por medio de inyección de Valium, tilo y laxantes en los labios (65 cl por vez) cada doce minutos por lo que le resta de vida. Otra alternativa es decirle que coma más dulces o que no se tome todo tan así, que le va a dar un patatús. Luego, abrimiento de ojos (se le puede encajetar ADN del Sr. Kremlin, que los tiene bien abiertitos) por medio de “Casco Ludovico” o internación en Clínica para Gente que Cierra los Ojos con el Flash, que algo de su parte tiene que poner. O bien se le aplican –quirúrgicamente- monóculos de plexiglás con aumento, para que parezcan más grandes, porque parece que estuviera como desconfiando y entiendo que se está por presentar a un Torneo de algo y no puede ir con esa cara. Le extraería cachos de carne de acá, de acá y de acá. Y de acá. (Mira) ¿A ver? Y de acá. Y de acá, de acá, de acá, de acá, de acá, de acá, de acá, de acá, de acá, de acá, de acá, de acá, de acá, de ac… (Recibe un electroshock) ¡Ay! No, ya está bien. Es más, me pasé, le pondría de nuevo este cacho y este cacho. Y este otro. ¡Uy! Se cae. No se pega. Bueno, después lo arreglamos, con gel de baño y moco quirúrgico y engrampadora. Blefaroplastia, rinoplastia, papadoplastia, puoplastia, meniscoplastia, lóbuloplastia, nucoplastia, patilloplastia, uñoplastia, encíoplastia, enrellenamiento de huecos con telgopor, recambio total de piezas dentarias por trocitos de porcelana de Limoges y permanente virtual porque el perfil no da con el tocado “emo” (sí, un cirujano plástico tiene que estar atento a las nuevas tendencias). Luego escultura láser o “peeling tridimensional” de la quijada para hacerla menos de que parece que te está apurando, lo mismo que parálisis inducida (por medio de hypnosis) de “Dedos de ‘Qué te Pasa, só pesado só, gato, lavatáper’” o bien extirpación de los mismos. ¿Le sacamos un cacho de carne? ¿De acá, de acá, de acá, de ac…? (Electroshock) No, no, me equivoqué, se los ponemos de nuevo. Ahí. A ver. Señorita, páseme la plasticola o los imanes de heladera. A ver si se quedan. No se quedan. Se me caen. Bueno, después vemos. Luego, implantación de tooooooodo lo que se sacó hasta ahora hasta pasarse un poquito, luego extirpación hasta pasarse un poquito, luego implantación y así y asá para un lado y para el otro hasta llegar a un punto de equilibrio o bien entrar en un bajón personal porque no te están saliendo tus “proyectos”. Por fin, inyección de cosas varias al azar, y le sacamos un cacho de carne de ac… (Electroshock) No, ta bien. (La mira de reojo) Igual mucho no me gusta, es medio rara. ¿Más pacientes no hay?”