DECISIONES

 

En este año que apenas comienza, he decidido llamarme por mi nombre, ser realmente yo mismo, pensar mis pensamientos, amar a los míos, caminar mi camino, asumir mi libertad y el gozo de vivir. Voy a reconocer mis miedos, a mostrar mi afecto.

 

Voy a vivir como si este año fuera en verdad el último, la ultima oportunidad. Seré consciente de que, en verdad, cada día y cada instante pueden ser el último. Yo no sé, realmente si será la muerte quien me despierte mañana o si me está esperando en el próximo cruce de calles.

 

Voy a buscar mi misión y a trazar mis objetivos y metas; voy a ponerles fechas de inicio y de cumplimiento y a buscar los recursos necesarios para lograrlos. Ya no sueño con un mundo mejor construido en el aire sino que coloco en la realidad los ladrillos que me corresponden, y aunque hago planes para el futuro, no mutilo el presente por ello. El futuro aún no existe.

 

He decidido dejar el pasado en el pasado y situarme en el presente. El pasado me dio dolor y gozo, aprendizaje y experiencias… pero ya se fueron. El pasado construyó lo que hoy soy, pero soy en presente. Para poder estar en el presente voy a sanar las heridas del pasado. Basta ya de aferrarme a ellas, de justificar mis desaciertos con ellas.

 

He decidido estar despierto y usar mis sentidos. Mirar, escuchar, oler, gustar, tocar… me lleno de formas y colores, distingo los diferentes sonidos, busco los aromas, descubro los sabores, siento el piso bajo mis pies y el viento en la cara, percibo texturas, temperaturas, suavidad y dureza.

 

Descubro lo importante que es rescatar la riqueza del tacto en las relaciones humanas. Hoy decido estrechar más manos, poner la mano en más hombros, abrazar a más personas… especialmente decido romper las barreras y miedos que me impiden estrechar y acariciar a los seres que amo.

 

Decido tocar a los seres que amo y en verdad amarlos; sin apego, sin miedo, sin condiciones; con un amor que sana, construye, impulsa, renueva, protege y nos acerca a Dios.

 

Y viviré, a partir de hoy, con más consciencia de que soy amado, infinitamente amado por Dios. Y, por tanto, lo buscaré más frecuentemente en el templo, en su palabra, en los signos de los tiempos, en el prójimo, en el bien, en la verdad, la bondad y la belleza; lo buscaré y trataré con Él en la amistad, en la oración, en el silencio y en la quietud del alma.