El compañero nos da fuerza.
El adversario nos mide la resistencia.
Quién nos estima, frecuentemente categoriza nuestros sueños por servicios hechos, tan-sólo para inducirnos a trabajar.Quién nos hostiliza, sin embargo, no nos niega valor, por cuanto no nos ignora y sí en los combate, reconociéndonos la presencia en acción.
En la fase deficitaria de la evolución que aún nos caracteriza, necesitamos del amigo que nos anima y del enemigo que nos observa. Sin el compañero, estaremos sin apoyo y, sin el adversario, sernos-á indispensable enorme elevación para no tumbar en desequilibrio. Eso porque el amigo trae la cooperación y el enemigo forma la prueba.
Cualquier servidor de conciencia tranqüila se regozija con el amparo del compañero, pero debe igualmente honrarse con la crítica del adversario que lo ayuda en la solución de los problemas del reajuste.
Jesus fue perentorio en recomendándonos:
"Amad vuestros enemigos".
Sepamos agradecer a quién nos corrige los fallos, guardándonos el paso en camino mejor.
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