En tiempos de tanta dificultad, donde campea libremente el mal y la falta de misericordia, es propicio meditar en la oración que el divino maestro Jesús de Nazaret enseñara, el padrenuestro, una composición de corte cabalístico. Esto se hace pertinente hoy, Domingo de Ramos, y a lo largo de toda la Semana Mayor.
Padre nuestro, que estás en los cielos: Es nuestro principio creador, el fundamento y causa esencial de todo lo que existe y del cual todo emanó: mundos visibles e invisibles en una variedad de grados y categorías inconmensurables e incontables. El hombre es el culmen y por ello es de naturaleza dual, celeste-terrestre. Somos espíritu y mente, tal como lo es Dios. Somos, pues, dioses encarnados, por lo que el comportamiento humano debe ser cónsono con esa cualidad divina que poseemos.
Santificado sea tu nombre: Es el verbo creador, el poderoso nombre de Dios que crea por su propia Voluntad y por el Amor Infinito. Pronunciando y santificando el nombre de Dios se atraen bienaventuranzas y la protección del Cielo, que impulsan a obrar rectamente. Venga a nosotros tu reino: Esto es el exhorto, la petición sincera de que el Reino de Dios venga, de que las conciencias se ensanchen, las mentes se purifiquen y se eleven. El despertar conciencial del hombre representa la verdadera realización espiritual.
Hágase, Señor, tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo: Es el complemento de la frase anterior. Si el Reino de Dios desciende, es decir, las conciencias se ensanchan para que el hombre actúe como lo que es, un dios encarnado, la voluntad del Padre se hace presente y eso atraerá felicidad, paz interior y armonía con el Infinito.
El pan nuestro de cada día dádnoslo hoy: Se corresponde “al pedid y se os dará” enseñado por Jesús. La vida no niega a nadie la bendición y el pan de cada día cuando se obra rectamente y se tiene fe. Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden: Es la clave por excelencia para la liberación; al perdonar al prójimo, nos merecemos el perdón, y en consecuencia la liberación.
Y no nos dejes caer en la tentación, más líbranos de todo mal amén: Es el corolario de este recetario maravilloso, porque las fuerzas del mal están siempre presentes e incitándonos, por lo que necesitamos del Poder de la Divinidad para protegernos.
Kaled Yorde |