Al caer la tarde se llega al refugio de Laban Rata, tras 6 o 7 horas de dura subida. El refugio, a 3.200 mts. de altura, está enclavado en un paisaje grandioso, donde las nubes desfilan a gran velocidad escondiendo y mostrando caprichosamente las enormes masas rocosas. Ya casi no hay vegetación.
El sol va cayendo poco a poco en el horizonte y la puesta de sol es un apoteósico festival de rojos, naranjas y granates. Tras la merecida cena y velada con los otros compañeros de ascensión todo el mundo se va pronto a dormir, pues a las 3 de la mañana empieza la segunda parte de la aventura.
Tras un frugal desayuno salimos a la noche cerrada, donde reina un frio realmente sobrecogedor. Debemos estar a 3 o 4 grados pero la sensación térmica mucho menor, por el viento y la humedad. Por suerte no llueve y hay luna menguante.
Una vez hechos a la escasa luz, la silueta fantasmal de los peñascos iluminados por la luna crea un mundo mágico y grandioso. El viento corta como un cuchillo. Es una dura subida por pendientes muy escarpadas, a menudo por roca desnuda aunque no especialmente dificil. De vez en cuando hay una sólida cuerda a que agarrarse en los tramos más complicados.
PINCHA AQUI PARA VER VIDEO
Al cabo de unas 2 horas de ascensión comienza a clarear, y el paisaje adquiere proporciones míticas. En pocos minutos una explosión de colores del violeta al amarillo empieza a transformar el cielo, hasta que el primer rayo rojizo ilumina tímidamente las rocas. La gente saca fotos sin parar, intentando guardar cada segundo de la increible transformación de la luz. No quedan palabras para describir la grandeza del lugar.
Aquí sólo hay piedra desnuda y majestuosa, en proporciones y tamaños que nos hacen sentir diminutos, formando un paisaje poderoso y onírico. Las rocas parecen esculturas gigantescas con formas caprichosas y retorcidas, causadas por remotas erosiones glaciares. Es un mundo fantástico que parece flotar, desafiando la gravedad, por encima de las nubes y la selva.