Aún recuerdo como hoy día el ayer de nuestro encuentro,
dos amantes furibundos por la soledad del tiempo
un instante convenían al altar de los recuerdos,
y sin prometer juraron, sin saber, amor eterno.
En un púdico desnudo me observabas en silencio,
mientras recorría sin tacto cada poro de tu cuerpo...
luego te tomé en mis brazos y te cobijó mi hombría,
para que no estés desnuda, para vestirte por dentro.
Mía al fin y yo tan tuyo suplicando que el momento
infinito se volviese para compensar con besos
aquel tiempo que pasado estuvimos los dos lejos
y contarnos en miradas lo que había callado el tiempo.
Beto Aveiga · Ecuador