Reposaba placida y aparentemente trankila. Con su respirar acompasado y casi simetrico, con los ojos cerrados sus labios entreabiertos y con su tez amarilla propia de la enfermedad, se mantenia semierguida en esa cama de hospital, y yo, sentado en una silla al lado suyo, tomandole la mano misma que no habia soltado ni por un instante durante horas.
Cada quince minutos aproximados sonaba un timbrecito desde cualquiera de tantos aparatitos que colgaban del tripie indicando que se habia acabado algun suero, liquido, sangre o que se yo, y ella semiabria los ojos para abandonarlos nuevamente hacia la semiinconsciencia.
Me le quedaba mirando con tantos tubitos que tenia conectados a muchos aparatos y que estaban desde sus brazos, pecho y cara, plenamente sometida al control medico por computadora de sus signos organicos y de la fluidez de todo lo que le estaban suministrando.
Entraba y salia sigilosamente la enfermera para hacer sus labores con los aparatos, y para atender cualquier sonido que emanaba de ellos, era una chica morena con aspecto africano. Su semblante me dio la impresion de bondad y profesionalismo. Cosa que comprobe casi inmediatamente.
Mi mente volaba de ida y vuelta en ideas, pensamientos y regresaba hacia mi estomago para tratar de controlar mis espasmos que inconscientemente me sacudian al unisono del calor de esa manita delgada que estaba completamente abandonada a la mia implorando cobijo y ternura.
El rictus de dolor en su cara me sacudia de mis abstracciones para inmediatamente poner mi mano izquierda libre en su costado del pecho abajo del corazon donde se ensañaba el dolor que no la abandonaba. Solo atinaba a sisearle en voz bajita "ssssht ssssht ya paso", y esa mueca dibujada en sus labios se desvanecia lentamente y seguia sumida en el mundo de la inconsciencia.
Era obvio que la morfina no le detenia todo el dolor acumulado.