Así como el agua busca el mar, la energía que nos mueve tiene un trayecto, siempre buscando nuestra evolución. Especialmente en estos tiempos, la energía nos prepara para que demos un gran salto. ¿Cómo nos prepara? Vaciándonos la mochila. ¡Cómo podríamos saltar con tanto peso! Y por eso la energía nos lleva de la mano hasta que nos animemos a soltar todos los miedos, o al menos los que más nos pesan. La energía nos nueve de un lugar a otro (parece que nos echaran, nos rechazaran, que no nos permitieran pasar…), nos saca de las manos lo que estamos listos para dejar ir (y a veces lo que no estamos listos porque estamos aferrados por miedo, pero no lo necesitamos), nos hace dar giros hasta marearnos para que soltemos, dejemos de resistirnos y nos entreguemos. Para que nos dejemos llevar. ¡Qué miedo tenemos de dejarnos llevar! Cuando la energía comience su juego, si no sabemos qué hacer, lo mejor en no hacer nada. No resistirse con enojos ni tratar de cambiar lo que sucede. Simplemente, nos dejemos llevar. Lo que la energía "nos hace perder", en realidad en una ganancia. Nos hace perder creencias, hábitos, ilusiones, objetos, personas…pero lo único que perdemos es el apego. Y esa pérdida es una ganancia. Confiemos a entregarnos a la energía. Cuando la danza se trabe o perdamos el paso, respiremos profundo y sigamos bailando. Este es el momento de bailar. Es lo que nos toca.
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