Un rey, que en su carruaje pasaba por un pueblo,
observó una
flecha disparada exactamente en el centro
de un blanco, que era un círculo
dibujado en el tronco
de un árbol.
Intrigado, se dio cuenta que además había otras flechas
disparadas
en varios sitios, todas con la misma precisión
en el centro del blanco.
Sorprendido por la habilidad del
arquero, mandó a sus pajes a
buscarlo, pretendìa
tenerlo en su ejèrcito.
Después de algunos minutos encontraron al autor de los
certeros
disparos. Se trataba de un niño de no más de 12
años.
- ¿Eres tú el hábil arquero? -preguntó el rey.
- Sí, -respondió el chiquillo.
¿Cómo haces para ser siempre tan certero en tu puntería?
-preguntó de nuevo el rey.
- Es muy simple, -dijo el muchacho-, primero disparo
la flecha y
después dibujo el blanco alrededor del ella.
Piensa por un momento si hacemos
eso en nuestras vidas con las
personas que nos rodean.
A veces juzgamos basados en nuestros
prejuicios,
les decimos a todos nuestra opinión
y después buscamos cómo
justificar nuestras ligerezas,
-primero disparo y después
pregunto-.
A veces cometemos errores o maltratamos a los que nos
rodean. En
vez de aceptar nuestra responsabilidad, nos
ponemos defensivos y tratamos de
justificar nuestra actitud.
¿Cuánta energía de vida desperdiciamos justificando actitudes
con
las que solo pretendemos cubrir nuestros errores, miedos
o inseguridades?
¿Cuánto daño innecesario nos causamos a
nosotros mismos y a quienes amamos?
¿Qué precio pagamos
con estas actitudes?
P.D.: Sólo por hoy elige pensamientos y emociones
positivas.
Notarás la diferencia.