Yo me preguntaría y plantaría la siguiente pregunta: ¿cómo eduqué o estoy
educando a mis hijos? ¿Qué valores inculco o inculqué a mis hijos?
A los jóvenes de este siglo hay que llamarlos varias veces en la mañana para
llevarlos a la escuela y, digo llevarlos porque no tienen que tomar el bus o
caminar larguísimas distancias para llegar a ella.
Se levantan generalmente irritados porque se acuestan muy tarde, viendo
televisión por cable, jugando playstation, hablando o enviando mensajes por
teléfono o chateando por la Internet.
No se ocupan de que su ropa esté limpia y mucho menos en poner un dedo en
nada que tenga que ver con arreglar algo en el hogar.
Tienen los juegos y equipos digitales más modernos del mercado, Ipod,
blackberry y computadora no pueden faltar, como tampoco el pago por su
actualización. Hoy los hijos, muchas veces sin merecerlo, presumen el
celular más novedoso. El nextel más costoso. La Lap más equipada. Nada les
costó. Si se descomponen, para eso estamos, no faltaba más, hay que pagar la
reparación, a la brevedad y sin chistar.
Idolatran amigos y a falsos personajes de realitys de mtv. ¡Ah! pero viven
encontrándole defectos a los padres, a quienes acusan a diario de que sus
ideas y métodos están pasados de moda.
Se cierran automáticamente a quien les hable de moral, honor y buenas
costumbres, y mucho menos de DIOS. Lo consideran aburrido. Ya saben todo y,
lo que no ¡Lo consultan en internet!
Nos asombramos, porque los sicarios cobran cuotas sin trabajar por ellas,
cuando a nuestros hijos los acostumbramos a darles todo incluso su cuota
semanal o mensual sin que verdaderamente trabajen por ella, y todavía se
quejan a porque eso no me alcanza.
Si son estudiantes, siempre inventan trabajos de equipo o paseos de campo,
que lo menos que uno sospecha, es que regresarán con un embarazo, habiendo
probado éxtasis, coca, marihuana o cuando mínimo alcoholizados.
Y cuando les exiges lo más mínimo en el hogar o en la escuela, lejos de ser
agradecidos te contestan, con desfachatez: yo no pedí nacer, es tu
obligación mantenerme o quien les manda andar de calientes.
Definitivamente estamos jodidos, pues la tasa de que hagan su vida
independiente se aleja cada vez más, pues aún graduados y con trabajo, hay
que seguirlos manteniendo, pagándoles deudas, servicios y hasta los partos
de sus hijos.
Con lo anterior, me refiero a un estudio que indica que este problema es
mayor en chicos de la sociedad de clase media o media alta (o de capas
medias urbanas) que bien pudieran estar entre los 14 y los 28 años, si es
correcto 28 años o más ¿lo pueden creer? y que para aquellos padres que
tienen de dos a cuatro hijos constituyen un verdadero dolor de cabeza.
¿Entonces en qué estamos fallando?
Yo sé, dirán que los tiempos y las oportunidades son diferentes, pues para
los nacidos en los años cuarenta y cincuenta, el orgullo reiterado era
levantarse de madrugada a ordeñar las vacas con el abuelo; que tenían que
ayudar a limpiar la casa; no se frustraban por no tener vehículo, andaban a
pie a donde fuera, siempre lustraban sus zapatos, los estudiantes no se
avergonzaban de no tener trabajos gerenciales o ejecutivos, aceptaban
trabajos como limpiabotas y repartidores de diarios.
Lo que le pasó a nuestras generaciones, es que elaboramos una famosa frase
que no dio resultado y mandó todo al diablo:
¡Yo no quiero que mis hijos pasen, los trabajos y carencias que yo pasé!
Nuestros hijos no conocen la verdadera escasez, el hambre. Se criaron en la
cultura del desperdicio: agua, comida, luz, ropa, dinero.
Muchos de los nuestros hijos, a los 10 años ya habían ido a Disneyworld
mínimo dos veces, cuando nosotros a los 20 si bien nos iba conocíamos la
Ciudad de México, con su hoy vetusto y atiborrado Metro.
El dame y el cómprame, siempre fue generosamente complacido convirtiendo a
nuestros hijos en habitantes de una pensión, con sirviente (a) y todo
incluido, que después intentamos que funcionara como hogar.
Es alarmante el índice de divorcios que se está generando, van a la
conquista de su pareja y vuelven al hogar, sólo unos meses más tarde,
divorciados porque la cosa no funcionó; ninguno de los dos quiere servir al
otro en su nueva vida. Como nunca batallaron en la pensión con sirviente
incluido, en la que se les convirtió el hogar paterno, a las primeras
carencias en el propio, avientan el paquete y regresan a la casa para que la
mamá y el papá continúen resolviéndoles la vida.
Este mensaje es para los que tienen hijos (Y TAMBIEN PARA LOS HIJOS)y que
pueden todavía moldearlos, y educarlos con principios y responsabilidades.
Háganles el hábito del ser agradecidos.
Háganles el hábito de saber ganarse el dinero con honestidad, la comida, la
ropa, el costo de la estancia en la casa en la cual no aportan para el pago
de servicios. Háganles saber lo que cuesta cada plato de comida, cada recibo
de luz, agua, renta. Háganles sentir en su casa, cómo se comportarían
ustedes en casa ajena cuando van de visita.
Por ese domingo o cuota semanal o mensual, edúquenlos en la cultura de la
correspondencia y el agradecimiento. Que los sábados o domingos laven el
carro, ayuden a limpiar la casa, NO SU CUARTO, esa debe ser obligación de
siempre sin pago de por medio. Háganles la costumbre de limpiar sus zapatos,
de que paguen simbólicamente, por todo lo que gratuitamente reciben,
implántenles la ideología de ameritar una especie de beca escolar que
ustedes pagan, y por la que ellos no pagan ni un centavo, eso puede generar
una relación en sus mentes trabajo=bienestar.
Que entiendan que asistir a la escuela, es un compromiso con la vida, que no
es ningún mérito asistir a ella. De la responsabilidad con que cumplan ese
compromiso, dependerá su calidad de vida futura.
Todos los niños deben desde temprano aprender a lavar, planchar y cocinar,
para que entiendan la economía doméstica en tiempos que podrían ser más
difíciles.
Cuida lo que ven y ves con ellos en la televisión, y evita caer en el vicio
social llamado telenovelas, los videojuegos violentos, la moda excesiva y
toda la electrónica de la comunicación, que han creado un marco de
referencia muy diferente al que nos tocó. Cuando ocupes corregirlos,
aconséjalos, habla con ellos, no los ofendas, no los reprendas en público.
Estamos comprometidos a revisar los resultados, si fuimos muy permisivos, o
sencillamente hemos trabajado tanto, que el cuidado de nuestros hijos queda
en manos de las empleadas domésticas y en un medio ambiente cada vez más
deformante.
Ojalá que este mensaje llegue a los que tienen la oportunidad de cambiar o
hacer algo al respecto.
Que cada quien tome lo que la corresponda. Que haga lo que pueda y quiera.
Recuerda que para que triunfe el mal, solo se necesita que la gente buena lo
permita...
José Luis Arango Sierra