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Jesucristo sólo
«canonizó» a una persona, y era un ladrón y un asesino. «Hoy estarás conmigo en
el paraíso», le dijo al criminal crucificado a su lado. Desde entonces, una
multitud de delincuentes condenados a muerte se han reconciliado con Dios poco
antes de ser ejecutados, pero ninguno lo hizo de una forma tan intensa como para
que la Iglesia se plantease su beatificación. El joven francés Jacques Fesch,
que mató a un policía durante un atraco, es la excepción: según explica «Religionenlibertad.com», la diócesis de París ya ha cerrado la
fase diocesana de su proceso de beatificación y ha remitido todo el material a
Roma.
El 1 de octubre de
1957 Jacques Fesch acababa su diario de prisión con estas palabras: «Dentro de
cinco horas veré a Jesús». Poco después, era guillotinado. Pero su diario, en el
que recogía sus años de prisión, su conversión y arrepentimiento, fue publicado
por su esposa y su hija y desde entonces ha tocado miles de almas dentro y fuera
de las cárceles.
«Un preso me dio a
conocer la historia de Fesch cuando yo era capellán en la cárcel Regina Coeli de
Roma», explicaba hace un par de años el cardenal Angelo Comastri, uno de sus
devotos. «Es un testimonio único: joven descentrado de rica familia, se
convierte en asesino y es condenado a muerte. Tenía 27 años. En la cárcel vive
una conversión radical, fulgurante, alcanzando altas cumbres de espiritualidad»,
resumía el cardenal, buen conocedor del mundo de la cárcel.
El 2 de diciembre
de 2009, Monique, la hermana de Jacques, acompañada del biógrafo Ruggiero
Francavilla, mostró a Benedicto XVI las cartas que su hermano escribió en la
cárcel. «Yo fui su madrina de bautismo y visitándole en la cárcel, seguí de
cerca su extraordinaria conversión», explicó Monique, ocho años mayor que
Jacques.
La vida del joven
Fesch, de familia católica y acomodada, fue de absurdo en absurdo desde que
perdió la fe a los 17 años. A los 21 años contrajo matrimonio civil con su novia
embarazada. Su suegro le consiguió un puesto en su banco. Usaba el dinero para
vivir la vida de un «playboy».
Abandonó a su
esposa y su hija y se fue con otra mujer, que le dio un hijo más. Harto de todo,
a los 24 años fantaseaba con comprar un barco y huir al Pacífico. Sus padres no
le dieron el dinero, así que atracó a Alexandre Sylberstein, un cambista que
trabajaba con monedas de oro. Herido pero consciente, Sylberstein dio la alarma.
Fesch huyó, perdiendo sus gafas. Durante la huida disparó contra Jean Vergne, un
oficial de Policía que le perseguía, causándole la muerte. Minutos más tarde fue
detenido.
Guillotina y
fe
Asesinar a un
oficial de Policía era un crimen especialmente grave ante la Ley y la opinión
pública. Fue condenado a muerte el 6 de abril de 1957. Fesch, en prisión, sólo
mostraba hastío por todo, y se burlaba de la fe católica de su abogado. Pero
después de un año en la cárcel experimentó una profunda conversión y se
arrepintió intensamente. Aceptó su castigo con serenidad y se reconcilió con su
esposa la noche antes de ser ejecutado. Ella y su hija honraron su memoria y su
ejemplo de redención.
El diario,
publicado por su familia con la colaboración de la hermana Véronique, una monja
carmelita, y el padre Augustin-Michel Lemonnier, al principio fue recibido con
desdén por el público francés, pero pronto se fue haciendo más popular y se
reconoció su profunda espiritualidad. «En cinco horas, voy a ver a Jesús» cuenta
con varias ediciones en España en la colección Arcaduz de Editorial
Palabra.
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