No sé si has visto alguna de esas películas de acción donde se presenta la típica escena en la que queda poco tiempo para desactivar un explosivo que destruirá gran parte de la ciudad. Al héroe de turno le quedan unos pocos minutos para llegar hasta el lugar (a veces ni siquiera sabe el sitio exacto donde está la bomba). Ya este hecho es tremendo, pero hay que sumarle inconvenientes. No habrá de faltar el elemento del tránsito congestionado, por lo cual nuestro protagonista tendrá que ser sumamente creativo para sortear todo tipo de obstáculos en su camino. Es muy probable que se sume a todo este caos un cruce con el “malo” de la película. Todo está por estallar y encima hay que perder un valiosísimo tiempo en un “trompada va, trompada viene” (el héroe suele ganar, pero se lleva de “regalo” alguna herida a cuestas). Para colmo de males, si es que logra sortear los problemas con el tránsito (estas películas no se filman en Buenos Aires porque nadie creería que el héroe supere este escollo), vencer al malvado, acarrear con su cuerpo golpeado y herido… llega al lugar indicado y allí está atada su nueva pareja, la mujer que conoció en pleno despiole. Él le había advertido que no se moviera de su casa, pero las mujeres nunca nos hacen caso (excepto mi “sumisa” esposa Fabiana…). Ella había salido del escondite, el malo la había atrapado y ahora estaba allí atada a un costadito de los explosivos. Pobre hombre… tiene un gran dilema: tranquilizar a la mujer que está en medio de una crisis, desatarla o dedicarse a desactivar la bomba. Ya no hay tiempo para hacer las tres cosas. Se dedica a desactivar la bomba mientras tiene que escuchar el griterío de la chica de fondo. Nunca falta el agregado del cable rojo o el cable azul. Hay que cortar uno de ellos. Si corta el equivocado, todos vuelan por el aire. Si acierta, todos salvados. Por suerte este hombre es muy prolijo y siempre lleva un alicate a mano para cortarse las uñas, por lo cual tiene con qué realizar el corte…

Paremos allí porque ya estoy agotado. ¡Qué caos! ¡Cuántos obstáculos! ¿Cómo se hace para enfrentar tanto contratiempo junto? ¿No sería mejor abandonar y que explote todo? ¿Qué chance hay de un buen fin? Hasta uno podría decir “que explote todo, yo me voy para la otra punta de la ciudad, en una de esas me salvo”. Pero los héroes no son así, y menos los de las películas. Ellos enfrentarán todo y lucharán hasta el último segundo. Saben que sus acciones repercuten sobre mucha gente que está a su alrededor. Es muy probable que todo termine bien: se cortó el cable adecuado, la policía atrapó al maleante y la chica dejó de gritar histéricamente (esto también es un dato saludable para los oídos del espectador) y ahora es más tierna que nunca con nuestro héroe.

Saliendo de la fantasía de un filme, ¿no te has cruzado con momentos donde sentiste que todo estaba tan embarullado como en esta historia? ¿No has tenido la tentación de abandonarlo todo? ¿Qué puede haber de bueno del otro lado de la historia? Lo único lógico que podemos vislumbrar es más y más desastre.
Ahora bien, permíteme decirte que NO TODO TIENE POR QUÉ TERMINAR MAL. Es cierto, las películas son una cosa y la vida real es otra cosa. Es cierto, está todo complicado. Pero también es cierto que, mientras sigues intentando, hay alguna esperanza. También es cierto que, a diferencia de las películas, tenemos a un Dios atento dispuesto a empezar a intervenir si de veras lo dejamos actuar. También es cierto que ya hay muchos que pudieron salir de “desastres” similares o peores por no haber abandonado.

Amigo, no aflojes. Pido a Dios para que Sus Fuerzas bajen sobre ti al leer esta reflexión. Dios no mira la complicación, te está mirando a ti. Él insistirá en ir a buscarte, aunque estés en el pozo más profundo. Hasta allí irá. Porque te ama. Porque Él no ha bajado los brazos contigo. Y porque Sus Brazos están más fuertes que nunca dispuestos a levantarte. Sólo estira tu brazo hoy y deja que Él te levante. ¡Hoy te envío el abrazo más fuerte que nunca te haya mandado!